Capítulo 21: Honeymoon

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Daren

La cara de espanto del hombre acostado sobre mi cama podría haber servido para una película de terror, inútilmente se cubrió con la sábana y giró la cara evitando todo contacto visual con Gabi y conmigo.

—¡qué diablos hacen en mi cama!

Alex, lejos de sentir algo de vergüenza, se levantó del cuerpo de Julián dejando a la vista su desnudez. Gabriela a mi lado no parada de reírse y se cubría los ojos para no ver la escenita que estos dos habían montado en mi maldita habitación.

—¡Ups! Me equivoqué de cuarto —dijo con la lengua enredada. Lo que faltaba, encima de todo estaba ebrio hasta las trancas—.Tranquilo, ahora mismo salgo.

—¡no! ¡Quédate donde estás! —le lancé una bata para que se cubriera y con la borrachera no pudo atraparla.

—siento mucho haberte robado la cama cuñada, prometo regalarte otra cuando me encuentre en condiciones más decentes que esta.

A tropezones se puso la bata, y se devolvió a la cama en donde Julián moría de vergüenza.

Tomé las maletas y me llevé a Gabi de ese lugar, no tenía por qué enterarse de que mi hermano tenía gustos diferentes de esta manera.

—Daren, no es nada de otro mundo lo que pasó, cálmate no seas tan cuadrado —dijo entre risas a mi lado—. Además, Julián se ve que es un chico muy tranquilo, me gusta la pareja que hacen.

Escuchar la normalidad con la que se había tomado la escena, me generaba alivio, no podría soportar que juzgara a Alex, era mi hermano y a pesar de lo descarrilado que era lo quiero tal y como es.

Al llegar de vuelta al jardín, Gabi arrastró la cola de su vestido hasta su padre que la esperaba con los brazos abiertos.

—cuídate mucho hija —le dijo entre lágrimas a Gabi que le sonreía.

—no te preocupes papá, puedo cuidarme bien.

Por supuesto que sabía cuidarse sola, lo había hecho bastante bien estos últimos dos años, querido suegro.

—Daren, cuídala —me dio un apretón de mano y un fuerte abrazo.

Los demás no tardaron en reunirse para despedirse de nosotros, mamá no dejaba de llorar colgada en mi cuello, y la abuela Pilar nos miraba a la distancia sonriendo. No sabía cómo tendría corazón para decirles que me divorcié el siguiente año.

Soy el peor hijo de todos.

Nos subimos al auto y por el camino seguimos fingiendo, Raúl era el mayor confidente de mamá, y de seguro estaba atento a cualquier movimiento extraño que viera.

—me sigues llenando de sorpresas cariño —dijo Gabi al ver que llegábamos al jet privado de la empresa.

—señora Gabriela, es un gusto conocerla —dijo Eduardo, el piloto que llevaba años llevándonos a todos lados.

Gabriela con poco entusiasmo subió en el jet y con las manos temblorosas comenzó a buscar el cinturón de seguridad del asiento.

—¿por qué tienes esa cara de espanto? —hasta mi camisa tenía más color que ella, estaba pálida.

—¡Nunca he volado! —dijo apretando el cinturón—. ¡Además, por qué me llevas tan lejos!

La azafata sin esperar instrucciones le trajo una bolsa de papel para que respirara, un vaso con agua y un calmante. Lo necesitaba con suma urgencia, o le daría un ataque sentada a mi lado.

—agradece que seguiremos en el país —dije abriendo el portátil—. Mi madre quería arreglar todo para que nos fuéramos a París

—¡París! —gritó quitándose la bolsa de la cara.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora