Capítulo 3: Tacones negros de charol

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Daren

Tenía todo lo que un hombre podía pedir, buena posición en el trabajo, dinero y todas las mujeres que quisiera. Lo último era lo que menos me interesaba, por ahora solo quería ganar buenos negocios y tener a mi madre de mi lado. Que por cierto, lo único que le interesaba era que uno de sus hijos se casara de una vez y así poder darle un nieto con el cual jugar.

Sí, era una mujer un tanto anticuada a pesar de ser la reina del diseño de modas.

Mi padre y mi madre desde jóvenes fundaron un pequeño negocio de diseño y poco a poco subieron hasta convertirse en una de las mayores empresas en diseño de modas, a la que llamaron Moda & Estilo.

Estábamos asociados con Becker Corporation, que se encargaban de comprar y entregar todo tipo de telas para la confección de los nuevos diseños.

Desde que era un niño vi a mis padres encargarse del negocio familiar, por lo que crecí amando el diseño de modas. Ambos se encargaron de enseñarme cosas básicas, pero sentía la necesidad de conocer mucho más, y terminé estudiando diseño de moda y administración de empresas en la misma universidad que mi padre.

Nunca tuve problemas con el aprendizaje y retenía muy bien la información dada en las clases, por lo que siempre mantuve altas calificaciones. Me gradué como el mejor de mi año y mis padres estaban muy orgullosos de mí.

Dos años después de mi graduación perdimos a papá, lo que generó una terrible depresión en mi madre. Se alejó del negocio por varios meses y tuve que tomar las riendas de la empresa, ya que mi hermano Alex no hacía más que beber y cambiar de dama como si fuera ropa interior.

Poco a poco mi madre fue recuperándose y aprendió a vivir con el dolor de la pérdida. Hasta retomó su puesto de presidenta y con mi ayuda volvió a tomar el ritmo.

—Daren cariño, necesito que tu hermano y tú vengan a mi oficina —dijo una vez que bajamos del ascensor.

Mi madre, a pesar de que es una mujer madura, era muy hermosa, mantenía una perfecta melena rubia lisa que le llegaba hasta la cintura, y siempre usaba tacones aguja de charol, eran sus favoritos.

—Te alcanzo en un minuto, iré por Alex. —mamá avanzó hasta su oficina y cerró la puerta con el teléfono en el oído. Siempre tiene llamadas que responder.

Tal y como le prometí a mamá fui en busca del holgazán de mi hermano, que de seguro debe estar bien acomodado con la silla inclinada y los pies sobre el escritorio. Nunca he sabido lo que realmente quiere Alex, jamás se ha interesado por cosas de la empresa, y solo viene algunos días porque mi madre lo obliga.

Él siempre dice que es un alma libre, que no sirve para que nadie lo domine y eso incluye el trabajo.

Al estar parado frente a su puerta pienso en cómo despertarlo y empujo la puerta sin siquiera tocar.

—Alex ven conmigo a la ofic...

Me quedo con las palabras atascadas en la garganta, jamás pensé encontrarme con una escena de ese calibre. Estaba congelado con la mano aferrada en la chapa de la puerta, y Alex lejos de preocuparse me observaba con tranquilidad para luego decir:

—¿Qué? —pregunta con una sonrisa descarada—. ¿Te vas a quedar ahí, o vas a entrar acompañarnos?

Su acompañante se esconde entre los brazos de mi hermano, y con agilidad comienza a arreglarse la ropa. Una vez que está aceptablemente visible se levanta del escritorio donde Alex lo tenía empotrado y pasa por mi lado como alma que lleva el diablo.

—No... me esperaba esto —digo recuperándome de la sorpresa que acabo de llevarme—. Lo siento, entré sin tocar.

Era mi culpa por entrar y no tocar la maldita puerta que claramente está para eso.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora