Capítulo 31: 120 kilómetros por hora

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Daren

Melena larga con las puntas onduladas, piel blanca como la nieve, su risa coqueta parecía que estuviera muy lejos, y cada vez que se acercaba el perfume cítrico que emanaba de su cuello me daba náuseas.

Exaltado me senté en la cama con la respiración agitada, y me revolví el cabello alarmado con los recuerdos de la borrachera de hace unas semanas. Estaba ebrio, pero no era excusa para que la misma persona que me había destruido hace un año, estuviera en la barra del bar sentada a mi lado con una sonrisa pícara tocando mi pierna.

Por más que repasaba una y otra vez los lapsos borrosos que cruzaron entre mis sueños, no conseguía recordar nada más de esa noche.

Todo lo que sabía, era que entré a ese bar totalmente derrotado luego de que Gabriela me viera con Elena y se mostrara tan indiferente. Comencé bebiendo cerveza, un Martini doble, y luego coroné la noche con una botella de vodka y recuerdo claramente haberme servido los primeros tres vasos, pero luego todo es muy vago.

Mierda, necesito saber que más pasó esa noche, y espero de verdad no haber cometido el error de haber estado con Teresa esa noche.

Apresuradamente, me levanté para darme una ducha fría que me ayudara aclarar los ambiguos recuerdos de esa noche. Me vestí rápido y salí como una bala hacia la sala, pero la culpa me dejó clavado en el suelo al ver a Gabi sentada en la cocina con las piernas cruzadas sobre la silla, con dos tostadas con huevo revuelto y un café recién servido, desde aquí podía oler el café recién molido de la cafetera.

—Buenos días —dijo girándose sin soltar su tostada—. ¿Quieres desayunar?

—no, tengo que llegar temprano —no era tan descarado para sentarme con ella a desayunar cuando la culpa me palpitaba en la cabeza—. El chofer pasará a buscarte más tarde.

—¿estás bien? Pareces nervioso.

No sabía mentir en absoluto, mi actitud nerviosa me delataba al igual que mis manos sudorosas sosteniendo el maletín.

—sí. Nos vemos en la empresa.

Con cada kilómetro que avanzaba más me mortificaba, la culpa y el miedo no dejaban a mi conciencia. Si todo lo que recordaba era real, echaría a perder lo poco que había avanzado.

Al entrar en la empresa me encontré con Alex en la entrada, parecía demasiado perdido mirando a Julián que conversaba con las recepcionistas.

—Alex, necesito hablar contigo —dije apartándolo a un rincón más privado.

—¿tiene que ser ahora? —mi mirada suplicante ablandó su corazón—. ¿Qué sucede?

—esa noche que fuiste a buscarme al bar, ¿estaba solo?

—solo, ebrio, sin nada de valor y apenas podías andar.

—¿estás seguro?

—por supuesto, ¿por qué preguntas?

Alex entrecerró los ojos y entendió a la perfección que detrás de mis preguntas había algo más.

—esa noche bebí en exceso, perdí el juicio y no sé cómo o por qué, acabé con Teresa sentada a mi lado.

—no me jodas —espetó con los ojos bien abiertos—. Daren, dime la verdad, ¿pasó algo entre ustedes?

Bajé la cabeza y con la vista fija en el suelo negué.

—no lo recuerdo.

—intenta recordar hermanito, porque si eso fue así, asegúrate de que Teresa se quede callada. Si la hermosa esposa que tienes llega a saber esto, te va a cortar el pene y te lo va a coser en la frente por traidor —dijo perdiéndose para seguir a su adorado Julián, que sutilmente lo llamó con un gesto con la cabeza.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora