Capítulo 20:El señor y La señora De Villiers

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Gabriela

Con tristeza me despedí de Denis, hoy era mi último día en el restaurante y entre todos me organizaron una pequeña fiesta. Adriana era la más contenta, ya no tendría que toparse conmigo por los pasillos, pero sabía que por dentro ardía en celos, porque ella conocía mejor que nadie el motivo de mi renuncia.

Mañana, exactamente a las 10:00 tendría la boda por el civil, y luego de eso, iría directo a jurar ante dios que me casaba por amor.

—Gabi, siento tanto que te vayas —dijo Denis con tristeza —, pero quiero que sepas que las puertas siempre estarán abiertas para ti.

—gracias, prometo que vendré seguido.

Denis me dio un último abrazo, y dejó que los demás se despidieran de mí. Los chicos de la cocina me entregaron un presente, y agradecí eternamente que me dieran un llavero en forma de hamburguesa.

Con melancolía empujé la puerta y la campanada de la entrada me recordó el momento exacto en el que vine por primera vez por recomendación de Abi.

Al bajar del restaurante, Daren ya me esperaba en el Mercedes.

—¿estás bien? —preguntó al ver mi cara de funeral.

—creo, y no te atrevas a reírte, este lugar fue mi refugio durante mucho tiempo.

—no soy un insensible —dijo ofendido quitándole la alarma al auto —. Sube, necesitas descansar. Mañana en el civil estaremos tú, yo, Alex, mi madre y tu padre, el resto irá directo a la iglesia.

—¿el matrimonio por la iglesia es necesario? Ya habrá un papel de por medio.

Aún estaba reacia a la idea de casarme por la iglesia, al padre y al montón de gente que me miraría caminando al altar. Sin considerar que luego tendríamos que anular el matrimonio después de un año.

—sí, no te preocupes, luego de un año déjalo en las manos del abogado.

Asentí y me subí en el auto para que me llevara a casa, necesito descansar y dormir temprano, tengo nervios que guardar para mañana.

—quiero que uses esto a partir de hoy —dijo sacando una bolsa blanca con un lazo rojo del asiento de atrás.

Curiosa abrí la bolsa y la cerré con fuerza al ver la caja con el logo de manzana.

—no quiero aceptarlo.

Daren blanqueó los ojos y encendió el auto.

—señora De Villiers, no cree usted que se verá extraño si te ven usando un ladrillo como teléfono siendo la esposa de un millonario.

Bien hecho cerebro, me dije a mí misma, él tenía razón, pero aun así, era demasiado.

—está bien, lo usaré —sonrió y pisó el acelerador —, pero te lo devolveré una vez termine nuestro acuerdo.





—ya te llegó, la hora fatal, con que te cases con ese animal —cantó Abigail arrancándome de mi sueño tan placentero.

—no jodas Abi —dije arropándome—. Es muy temprano.

Mis esfuerzos por esconderme bajo las cobijas fueron inútiles, Abi sin ninguna calidez me destapó y me jaló de los pies.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora