Capítulo 24: Escándalo

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Daren

Después de que dejé a Gabriela en la recepción volví a mi oficina, a encerrarme bajo llave. El leve contacto que tuvimos logró ocasionar cierto entusiasmo, y no podía aliviar mi apretado pantalón en la oficina.

Era impropio.

No sabía si el problema de mis erecciones se había resuelto o Gabriela era el incentivo suficiente para tenerlas.

Lo único que tenía claro, es que debía alejarme de ella, y mantener contacto solo cuando fuera estrictamente necesario.

—toda la vida traicionándome y ahora haces acto de presencia, eres el peor de todos —le dije a mi entrepierna.

Años de constantes tratamientos, sufriendo, aguantando insultos y burlas por parte de Teresa. Jamás voy a olvidar todas las veces que me llamó "poco hombre", "mujercita", y el que más me dolía era "impotente de mierda".

Un día simplemente dejé de intentarlo, me negaba a seguir escuchando insultos por parte de la mujer que según me amaba y luego me llamaba de las formas más crueles. Siempre se disculpaba, pero cada vez que lo hacía dejaba una herida tan grande que no podía sanar.

Es como arrugar una hoja de papel, es imposible volver a dejarla tan lisa como al principio. Termina desgastada, rota, dañada e irreparable.

Necesitaba pensar tantas cosas, pero había algo que resonaba más que nada en mi cabeza.

Necesitaba ayuda de alguien más joven y sabio al respecto.

Cuando mi amiguito dejó de pensar en las caricias de Gabriela, pude salir de la oficina.

No quería cometer los mismos errores, así que toqué la puerta antes de entrar, él me indicó que podía pasar, pero aun así entré con los ojos tapados y cerré la puerta.

—estoy vestido, solo, y aburrido así que ya puedes dejar de hacer eso —con precaución abrí los dedos y grande fue mi sorpresa al ver que Alex estaba trabajando, eso era nuevo.

—¡Vaya! Estás creciendo —con rabia levantó los ojos del portátil.

—Desde que te fuiste mamá me ha tenido ahogado con tus responsabilidades —tecleaba lo más rápido que le daban las manos—. Vuelve pronto, déjame descansar.

—ya puedes despreocuparte, ya estoy en la empresa — Alex soltó el portátil y se estiró en la silla, aliviado—. Necesito un consejo de mi hermano más experimentado con respecto al sexo.

Al escuchar mis palabras se puso de pie de un salto y avanzó hasta mi lado.

—no lo puedo creer, ¿Has dejado tu virtud? —tenía una sonrisa de oreja a oreja.

—no, pero por alguna razón mi problema se ha solucionado.

—me alegro de escuchar eso, ahora ¿qué quieres saber?

—¿cómo logro controlarlo? —trataba de no mirarlo directamente, era penoso preguntarle ese tipo de cosas a mi hermano menor.

—¿controlar qué? —maldito Alex que me haría explicarle con peras y manzanas.

—a controlar... —mi hermano me miraba con la boca abierta y ladeando la cabeza tratando de adivinar—. ¡A que no se pare cuando él quiera!

Terminé gritando al ver su cara, de verdad que era idiota cuando se lo proponía.

—no hay solución para eso —dijo cruzándose de brazos—. Es tan fácil como tener un pensamiento o que se pare con un roce de algo, es así, ellos tienen mente propia.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora