Capítulo 23: Arriba de la mesa

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Gabriela

Cada parte de mi cuerpo lo anhelaba, lo quería dentro ahora, no quería esperar, pero Daren se estaba tomando su tiempo memorizando cada detalle de mi cuerpo.

Podía sentir cómo su lengua tibia rozaba mis pezones y cómo sus manos apretaban mis nalgas por debajo de la falda, eran tantas mis ganas que comencé a desabotonar sus pantalones y pude ver perfectamente el gigantesco banquete que tenía para mí.

—por favor... Te necesito —pedí sentada sobre la mesa.

En medio de la niebla de placer no quería pensar en nada, solo quería que me cogiera de una vez.

—Bambi lujuriosa, cumpliré tu deseo.

Entre susurros y besos Daren obedientemente apartó la ropa interior que se interponía entre los dos y comenzó a rozar mi intimidad con la yema de sus dedos.

Puso la punta de su miembro en la entrada de mi intimidad y podía sentir cómo se hundía cada vez más.

—Gabi... —gimió contra mis pechos.

—Gabi ... —repetía una y otra vez embistiéndome cada vez más fuerte.

—¡Gabi!

El fuerte grito me despertó y asustada me senté sobre la cama.

Mi subconsciente había quedado prendado a la conversación que había tenido con Abi, y la cena llena de tensión con Daren.

—mierda —susurré al sentir la humedad entre mis piernas, el sueño había sido tan vivido que por un momento pensé que realmente él me tenía sobre la mesa como si fuera la cena.

Todo era su culpa.

Con pesadez me levanté de la cama y por inercia miré el teléfono.

Ninguna llamada perdida.

Ningún mensaje.

Despacio salí a la sala sin encender las luces, pero el sofá seguía vacío, él aún no volvía.

Me acerqué hasta el refrigerador y busqué la pasta que había guardado, el sueño tan placentero me había despertado el apetito.

Con un tenedor empujé la pasta y la dejé en el plato, la metí en el microondas marcando dos minutos para que se calentara bien, y esperé pacientemente a que la comida se calentara dando vueltas en círculo.

Faltaban treinta segundos cuando el olor a quemado comenzó a hacerse intenso.

Detuve el microondas pensando que se había quemado, pero al girarlo, me di cuenta de que no provenía de ahí el olor. Giré en redondo buscando de donde venía aquel olor sin soltar el plato.

Me senté en el sofá y la luz brillante que provenía del otro lado de la puerta me hizo acercarme. Avancé despacio, y el olor a quemado cada vez era más fuerte.

Con las manos temblando moví la manilla y abrí, mis ojos se abrieron de par a par al ver uno de los pasillos ardiendo en llamas.

Me quedé paralizada al ver el fuego avanzar, estaba en el maldito Penthouse, no podía saltar por la ventana.

—¡señor, no puede pasar! —se escuchó por el otro lado del pasillo.

—¡tengo que pasar!

—¡acaso no ve el fuego! —volvió a decir más fuerte el otro sujeto.

—¡mi esposa sigue adentro!

Escuchando la pelea de los dos hombres a mis espaldas, me quedé inmóvil mirando el fuego.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora