Capítulo 11: Infieles

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Gabriela

El ambiente cálido y feliz que emanaba la mansión De Villiers de pronto había cambiado a uno de incomodidad, los recién llegados eran conocidos de la familia, pero todo indicaba que a Daren no le satisfacía para nada la presencia de la pareja.

Sujetaba mi mano con tanta fuerza que comenzó a ponerse un poco morada por la presión. No quería interrumpir su guerra de miradas con el hombre que acaba de llegar, pero me dolía tanto, que en un intento de que me soltara le di una patada por debajo de la mesa. Aquel gesto hizo que mi prometido volviera en sí, y vio que todo este tiempo no ahorcaba un cubierto o la servilleta, sino que era mi maldita mano.

—lo siento —susurró.

En segundos la presión fue bajando, y el fuerte apretón de mano al que había sido sometida, fue cambiado por el cálido roce de su dedo por el dorso de mi mano.

Pensé que era una forma de pedir perdón silenciosamente, pero en cuanto dirigí mi atención hacia los recién llegados, me di cuenta de que la pelirroja no quitaba los ojos de encima de nuestras manos.

Aquella mujer era muy hermosa, su larga cabellera era muy llamativa, y no podía negar que tenía un cuerpo fenomenal, parecía una guitarra. Pero algo en sus ojos color miel me gritaban que ella era alguien de quien debería cuidarme.

Teresa me analizaba desde la distancia y con una ceja levantada me miraba como si ella fuera superior.

Que mi suegra recibiera visitas en la noche de mi presentación no me importaba, pero lo que sí llamó mi atención fue la extraña actitud de Daren. Apretaba la mandíbula tan fuerte que podía oír como le rechinaban los dientes, sin contar que casi me había amputado una mano con fuerza bruta.

—¿Cuándo volvieron de su viaje? —preguntó Atenea revoloteando como un pajarito al lado de la pareja.

—hace apenas unas horas, consideré que ya era hora de volver, no podía estar de viaje para siempre —dijo mirando al rubio que aún no dejaba de mirar a Daren—. Además, mi padre me extraña y dice que debo ayudarlo con el trabajo.

La tensión se podía respirar a kilómetros, algo había pasado entre la pareja y Daren. Era demasiado evidente, y aquel hombre que apretaba con más ganas que antes a su novia, parecía provocar a mi prometido con mucha facilidad.

Aquí hay líos de falda, no tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Ella era una descarada, miraba a Daren cada dos segundos y su novio parecía no notar que ella estaba jugando con ambos. Son un par de idiotas.

—pero pasen, no se queden en la puerta —ambos se adentraron y tomaron asiento justo en frente de nosotros. Alex, que estaba sentado al otro lado de mí miraba la escena algo nervioso, y con aquello confirmé mis sospechas.

No quería hacer sentir incómodo a Daren, pero debía recordarle a lo que estábamos jugando. Entré en mi papel de novia enamorada y entrelacé los dedos con él que supuestamente era mi prometido, y él sin dudar correspondió el gesto apretándome con fuerza y besar mi mano.

—¿y quién es esta señorita tan encantadora? —los ojos de aquel hombre me producían escalofríos, sentía que con cada mirada me arrancaba la ropa.

—es mi prometida —respondió Daren mirándome con cariño.

—querrás decir tu novia —dijo Teresa dándole un sorbo a la copa de vino.

—creo que fui claro cuando dije mi prometida.

La sonrisa que estaba estampada en la cara de Teresa poco a poco se fue esfumando.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora