Capítulo 56: Fragmentado

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Gabriela

Luego de la llamada de Ian no pude conseguir paz, estaba muy nerviosa y no podía evitarlo, porque Daren quería entregarme los papeles del divorcio personalmente y no estaba dispuesto a una negativa, era sí o sí. De otro modo, no firmaría los papeles y tendría que pasar por la penosa situación de ir a tribunales y comenzar con un proceso de mediación en mediación hasta que ambas partes estén de acuerdo.

Podría seguir el consejo de Ian y amenazarlo con quitarle gran parte de su fortuna para que me regresara mi libertad, pero no soy tan ruin para ir detrás de su dinero. Ya estaba cansada de procesos legales en donde tuviera que ventilar mi vida privada, solo quería volver a estar tranquila y solo por eso, quebrantaría la orden de alejamiento y hablaría esta misma tarde con Daren.

Accedí a verlo porque si quería recuperar mi paz, debíamos hablar, pero también no quería seguir engañándome, sentía la necesidad de saber cómo seguía y comprobar con mis propios ojos que estaba bien, porque lo último que supe es que se había intoxicado y no fui a verlo. Mejor dicho, mi orgullo no me permitió correr a verlo porque los siguientes días, no hubo ni uno solo en que no pensara en él.

Todo el resentimiento que tenía por dentro seguía latente día con día, aún no encontraba la forma de perdonarlo y no estaba segura si en algún momento podría hacerlo. Pero al menos quería darle la oportunidad que no me dio por no confiar en mí, iba a escucharlo aunque eso signifique que vuelva a romperme el corazón.

Por más que trataba de concentrarme no hacía más que mirar la hora en el reloj antiguo de la pared, las manecillas avanzaban sin parar y por primera vez deseé que el tiempo se detuviera. Estaba a punto de comerme las uñas de los nervios y rezaba porque Jared distrajera lo suficiente a Abigail para que no notara mi ausencia. No le había comentado nada de esto porque sabía cuál sería su reacción, y era capaz de venir a buscarme de los pelos al restaurante con tal de llevarme arrastrando a la casa.

—¿Gabriela estás bien? —preguntó Denis, logrando que diera un salto y casi tirara los aderezos de la mesa que estaba limpiando.

—Sí —contesté sujetándome el puente de la nariz.

—Bien, ¿puedes quedarte una hora más esta tarde?

—La verdad no —dije con culpa, no me gustaba rechazar a Denis luego de haber tenido la bondad de regresarme mi trabajo.

—No pongas esa cara, no es tu culpa —mencionó al ver mi expresión—. Adriana necesitaba irse temprano, pero no me comentó nada antes y como tú no puedes quedarte tendrá que cumplir su horario de trabajo.

Con más razón para no quedarme, esa víbora no hace más que odiarme cada segundo que pasamos juntas. No tengo por qué ser amable con ella, cuando no es capaz de corresponder el gesto o intentar llevar las cosas por la paz.

—Ya le había dicho que su respuesta sería no, solo intenté ver si había alguna escasa oportunidad de que pudieras quedarte. Quédate tranquila y olvida lo que te pregunté —dijo Denis dándose la vuelta.

A la distancia pude verla acercarse a Adriana que al oír la respuesta, me dio un vistazo de mala gana y se metió en la cocina.

Ignorando las miradas de odio de Adriana continué mi tarea de limpiar las mesas, me quedaba una hora para irme y aún debía limpiar la terraza y dejar todo listo para que los clientes que llegaban después de las 06:00 pm llegaran a instalarse a derrochar el dinero pidiendo una cerveza tras otra.

Atendí a uno que otro cliente sonriendo a pesar de que estaba muy distraída, limpié la terraza a fondo y rellené los frascos de aceite y limón. Una vez que terminé la terraza, me faltaban diez minutos para la salida así que ocupé el tiempo limpiando algunas manchas de los vidrios para no pensar demasiado. Una de las manchas estaba siendo muy rebelde y no cooperaba, así que con rabia esparcí más limpiavidrios y froté con entusiasmo una y otra vez hasta que una silueta que se quedó parada afuera se me hizo conocida.

Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora