El vecindario de Malany

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El suéter de Verónica cubría toda su cara

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El suéter de Verónica cubría toda su cara. La chica no pudo evitar pensar que aquello había sido una especie de bomba o la consecuencia inmediata de jugar con algo tan delicado como ir a casa de un desconocido.

Fue por ello que la chica tardó más tiempo de lo normal en bajar su antebrazo. Sentía que las piernas le temblaban y conocía ese latido profundo de su corazón que le avisaba que necesitaba salir de ahí pronto.

Después de unos instantes, en los que buscó tranquilizarse, la chica finalmente prestó atención a un detalle particular. El aire, que, por los pronósticos que ella misma había hecho, debería estar repleta de caos y disturbio, en realidad acunaba una preciosa canción de aves que estaban volando en ese precioso momento, junto con el aroma divino del césped que acababa de ser rociado con una brisa tranquila.

La chica se armó de valor y empezó a bajar su brazo lentamente. Con el corazón en la mano, abrió los ojos (que también protegían su integridad) y se dispuso a inspeccionar el sitio.

Lo que vio, la dejó sin aliento. Malany estaba parada frente a ella con una sonrisa satisfecha, pero el sitio en el que estaban, definitivamente, ya no era su habitación. El cielo era de un azul divino, como el que siempre se espera ver. Las casas, tan solo las había visto en las películas, al igual que la serenidad que reinaba en ese lugar.

Podía admirar personas que a lo lejos caminaban o estaban charlando dentro de sus casas. Ahora, ella misma se sentía una loca, ¿sería que Malany la había drogado y la había arrastrado hacia esa extraña alucinación?

—¿Qué es todo esto? —cuestionó con la voz asustada. Tenía las manos sobre la boca y el estómago revuelto.

—Ya te lo expliqué, pero necesitaba mostrártelo para que me creyeras. —Malany le colocó una mano en el hombro intentando tranquilizarla—. Este sitio es mi vecindario, como te dije hace un rato.

Verónica volvió su mirada hacia la chica y después la regresó hacia ese extraño lugar. Todo le parecía particularmente perfecto. Claro, no era de su gusto para nada, quizá muy soso, muy ñoño, le recordaba a... Malany.

—Ahora que estás aquí, puedo explicarme mucho mejor. Ven, daremos una vuelta y te contaré todo.

Malany ahora lucía tranquila, segura. Aquello que la angustiaba era no poder concretar sus palabras correctamente, pero con las imágenes tan bonitas que representaba su vecindario, nada podría pararla.

Empezó a avanzar con seguridad, sin embargo, pronto se dio cuenta de que Verónica no la estaba siguiendo, sino que al contrario, caminaba en una dirección opuesta. Parecía estar desesperada, y así lo confirmó cuando se acercó a la señora Torres que regaba sus rosas con mucha calma.

—Señora, por favor, ayúdeme. Esta chica me secuestró y no sé en dónde estoy —empezó a decir la muchacha casi arrodillándose.

La mujer la miró confundida, para después relajar la mirada en cuanto sus pupilas tocaron a Malany.

—Disculpe, está un poco impresionada —aclaró la chica colocando una mano en el hombro de Verónica—. Vámonos.

La chica miró alrededor, pero supo de inmediato que nadie la ayudaría. Buscó por todas partes la puerta por la que había pasado o algún coche que la hubiera traído ahí mientras ella perdía toda la consciencia.

Fue hasta que su mente agotó las excusas que miró a Malany y puso las manos a modo de súplica.

—Por favor, no me lastimes —dijo ella cerrando los ojos.

La otra chica suspiró, quizá sería más complicado de lo que había imaginado.

—Verónica... yo no pienso lastimarte. Compruébalo tú misma tomando esta caminata conmigo. Te explicaré bien en dónde estamos y después iremos a otro lugar. ¿Vienes?

Su mano quedó extendida. La adolescente dudaba de todo, pero al fin le regresó su mano con una expresión de derrota.

El sol primaveral estaba iluminando divinamente. Malany dejó unos momentos de silencio antes de romper todo con la gran explicación sobre su vecindario. Justo cuando iba a comenzar, un precioso caballo blanco pasó corriendo. La chica lo saludó con la mano y suspiró.

—Mi mascota está en mi casa, pronto la conocerás.

—¿Esos eran caballos salvajes? —preguntó Verónica abriendo los ojos.

—Caballos, solamente. Siempre me gustaron y creí que les gustaría este sitio para correr y disfrutar... Verónica, como te dije en mi casa, este es mi vecindario. Todo esto lo he construido con las decisiones y pensamientos que están conectados a mi experiencia terrenal. —Malany señaló a lo lejos su preciosa biblioteca—. Por ejemplo, ese lugar de ahí es mi favorito en todo el mundo. Todos podemos elegir los edificios, casas y tiendas que tendrá disponible nuestro vecindario.

—No estoy entendiendo nada. ¿Quieres decir que esto es consecuencia de lo que hacemos? —Verónica volvió a mirar todo—. Si es tan cotidiano, ¿por qué nunca he escuchado de esto?

—Bien, creo que debería empezar por ahí. Todos tenemos un vecindario y vivimos en él todo el tiempo. A veces en la consciencia, a veces en la inconsciencia, pero todos vivimos ahí. Aquí. —Movió los brazos abiertamente para señalar todo el lugar—. No has escuchado de ellos porque muy poca gente los ha logrado cultivar y hacer conscientes. Una fracción muy pequeña lo ha hecho por sí mismos, pero la mayoría son instruidos por alguien más.

—¿Y qué tiene de importante este lugar? Dices que vivimos en él todo el tiempo, aunque... ¿no nos demos cuenta? Como sea... ¿para qué es importante esto?

Verónica se mordió la lengua un momento, quizá le estaba siguiendo demasiado la corriente a Malany.

—Porque siempre estamos ahí, ya te lo he dicho... Bueno, cuando tenemos un vecindario bien cuidado, lo sabemos en la vida real. Estamos tranquilos, nos sentimos bien. Además, si lo logras, tu premio es que puedes venir aquí en la consciencia.

Su actitud regresó por un instante y soltó una risa burlona.

—¿Yo para qué querría estar en este horrible sitio? Me da dolor de cabeza los colores que tiene.

Malany también soltó una risa, pero no maliciosa, sino sincera.

—Bueno, seguramente no te gustará porque este es mi vecindario. Tiene todo lo que me gusta, lo que me hace feliz, lo que me interesa. Los colores son los que me placen, al igual que cada elemento que ves aquí. Para mí, es un sueño, pero para otros, seguramente no lo es.

Verónica volvió a mirarla con duda, así que Malany ajustó bien su suéter de la escuela para evitar que se moviera con el viaje. Lo presentía, porque notó que el ambiente cambiaba como el día anterior y cuando notó una pequeña puerta morada a lo lejos, lo supo.

—Tu vecindario ideal tiene todo lo que te hace feliz, pero el vecindario en caos, bueno... tiene todo lo contrario. Ven, haremos otro pequeño viaje.

Malany señaló la puerta que se iba acercando más a ellas. ¿Era el momento de correr? ¿De huir? Pero, ¿a dónde? La adolescente de cabello negro bajó la mirada derrotada, otra vez, y le dio la mano a Malany que a su vez tocó la perilla de ese nuevo acceso.

 ¿Era el momento de correr? ¿De huir? Pero, ¿a dónde? La adolescente de cabello negro bajó la mirada derrotada, otra vez, y le dio la mano a Malany que a su vez tocó la perilla de ese nuevo acceso

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