Sara

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Regresaron al poco rato al vecindario

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Regresaron al poco rato al vecindario. Malany le explicó que las zonas más lejanas al centro del mismo, casi siempre eran casos mucho más sencillos; así que comenzarían por ahí.

Se sentía verdaderamente bien caminar por las calles, ahora que eran mucho mejores. Verónica empezaba a experimentar el bienestar que representaban esos dos grandes avances en su vida. Incluso cuidar a Javier le estaba resultando mucho más sencillo. Se sentía una mejor persona, una mejor cuidadora para todo.

La primera casa lucía achaparrada. Era como si le hubiera caído algo encima, algo como un meteorito. ¿Caerían meteoritos en ese lugar?

La chica se quedó un momento viendo el cielo y después bajó la mirada para poder observar la casita a la distancia. La fachada era blanca, o alguna vez lo fue. Estaba roída, como si la polilla le hubiera atacado, además de que los marcos estaban a punto de caerse.

Verónica dudaba que alguna persona pudiera hacer su vida en ese sitio con las condiciones que presentaba.

Después de admirarlo a la lejanía, avanzó hacia el sitio en cuestión. El camino de piedras que parecía estar enmarcando la entrada del mismo, también denotaba el paso del tiempo y de las dificultades que ahí mismo se presentaban. Había piedras sueltas, pedazos de tierra completos y polvo, mucho polvo, que provocaba que el camino se volviera cada vez más sinuoso.

Malany tropezó un par de veces y Verónica la ayudaba a levantarse cada que eso sucedía. Javier estaba muy atento a todo lo que pasaba. Olisqueaba de vez en cuando, como si intentara reconocer si había vida en ese espacio.

Finalmente llegaron hasta la puerta de entrada. La cortina caída no dejaba ver el interior. Se podía observar que aquella era una casa de construcción tipo americana, Verónica sabía que ese tipo de casas eran sus favoritas, así que no se sorprendió con que aquel fueran el tipo de vivienda elegido para su vecindario.

—Llama a la puerta —le indicó Malany a Verónica, observando los alrededores. El sol reflejó a lo lejos en un lago que parecía estar vinculado a la casa. Su aspecto era curioso, como luchando entre mantenerse vivo, puesto que la naturaleza lo empujaba a ello; pero al mismo tiempo, algo más lo hacía lucir turbio y verde, como si no hubiera más alternativa que dejarlo perecer.

—Bien.

El puño de la chica se acercó a la puerta para llamar a ella, por alguna razón empezó a temblar. No estaba muy segura de ver quién abriría la puerta. Aún con toda la explicación de Malany, le costaba traer a la mente a todas las personas que pudieron haber marcado su vida.

El vecindario era en verdad grande. Después de haber viajado ya tantas veces por ahí, no habían recorrido ni la mitad del mismo, así que sin lugar a dudas se colocó en la incertidumbre de saber quiénes eran todas esas personas.

Primero, nada se escuchaba. Ambas chicas se miraron entre sí e hicieron un segundo intento. No sabían qué procedería si aquello les pasaba en cada casa. ¿Qué tal que nadie respondía a ninguna?

Malany recordó brevemente cómo había sido su recorrido por las casas. Claro que las personas y las fachadas no lucían como en ese momento, pero en su caso sí se notaba que alguien vivía en ellas. En el vecindario de Verónica, ni siquiera parecía posible que hubiera vida humana..

Cuando la esperanza y la preocupación estaban entrando y saliendo respectivamente, ambas empezaron a escuchar crujidos. Parecía que la madera de la casa finalmente estaba cediendo ante unas pisadas. La casa entera crujía en respuesta. No era un sonido agradable, era más bien la escucha de la queja en un objeto.

Ambas chicas, sin querer, empezaron a tomarse de las manos. Verónica repasó mentalmente si alguna vez había conocido a algún asesino o a un fantasma que pudiera estar a punto de hacerles pasar el peor momento de su vida, pero finalmente aquella idea se le escapó de la mente cuando la puerta se abrió.

Verónica quedó un momento en blanco sin saber qué nombre pronunciar. Ante ella, solamente se encontraba una chica de cabello oscuro, con trenzas. El mismo se encontraba totalmente grasoso, como si no lo hubiera lavado en semanas o incluso meses. Parte de su cabeza también estaba calva, parecía que recibió tan poco cuidado que el cabello simplemente decidió irse. También portaba la piel seca, casi a punto de caerse a pedazos y, por otra parte, la ropa que usaba lucía tan sucia y manchada que resultaba totalmente creíble que ella hubiera estado ahí guardada por mucho tiempo.

—¿Qué necesitan? —preguntó la joven con la mirada perdida.

Su voz estaba quebradiza, seguramente no la había utilizado por años, así que finalmente brotaba como el agua cuando ha estado estancada.

—Hola... —Malany se giró hacia Verónica para que aquella completara el nombre, pero la chica simplemente negó con la cabeza sorprendida—. Eh... bueno, nosotras...

—No me molesten —respondió cerrando la puerta en sus narices.

El silencio reinó una vez más hasta que Malany volteó sorprendida con su compañera.

—¿No recuerdas su nombre?

—No recuerdo quién es —confesó Verónica colocando una mano sobre la cabeza, entendiendo la gravedad del asunto.

Malany echó la cabeza hacia atrás. Lo hizo con tanta delicadeza que no se notó agresiva su desesperación, tan solo provocó que Verónica intentara esforzarse un poco más por encontrar la respuesta a la identidad de la chica.

—¿Nunca te sucedió a ti? —preguntó haciendo su mejor esfuerzo por recordar.

Malany nuevamente tomó una postura nerviosa. Estaba tan incómoda con la última pregunta, que prefirió sentarse en la banqueta que estaba afuera de la casa de la mujer.

—Su rostro puede ser más conocido para ti si piensas en cómo luciría si es que ella estuviera en buenas condiciones —afirmó la chica, provocando que la atención se fuera de ella.

Verónica repasó mentalmente su lista de personas, pero no tuvo éxito. Quizá si veía las cosas de forma diferente podría encontrar la respuesta.

Procedió a repasar sus etapas de vida, eso, por seguro, le ayudaría a definir quién era la persona misteriosa con la que debía comenzar. Después de unos segundos de reflexionar en total concentración, la chica dio un saltito y se giró hacia Malany contenta.

—Ya sé quién es —expresó con una enorme sonrisa, sin embargo, aquella se fue desvaneciendo al tiempo que la idea se iba asentando en su mente.

—¡Dime! Vamos a tocar la puerta.

—Es Sara, era mi mejor amiga en la primaria. —Suspiró mirando la puerta con un peso en el corazón—. Yo, le dejé de hablar de la nada porque su peinado me parecía feo... Sé que es tonto, pero... el salón le dejó de hablar por lo mismo. Creo que ya sé a qué grupo pertenece.

La casa de Sara al fondo, provocaba que todo se volviera más triste. Jamás pensó que la volvería a ver.

 Jamás pensó que la volvería a ver

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