El reencuentro con Jessica

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Los ojos le dolían después de haber estado llorando toda la noche

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Los ojos le dolían después de haber estado llorando toda la noche. También el estómago por todas las emociones que se encontraban atrapadas. Consideraba que las cosas en ocasiones no eran tan justas en el mundo, pero ese día parecía que había sido dirigido especialmente para ella.

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Las aves iban cantando más bonito que nunca, las personas parecían más agradables. Incluso el camión al que se subió esa mañana tenía un delicioso aroma a Fabuloso. Probablemente estaba recién lavado.

Llegó temprano a la escuela, así que se sentó en una pequeña banca de concreto que se encontraba afuera. Contempló el hermoso cielo presente. Sonrió al sentir con claridad que algo ya no estaba sobre su alma, era seguramente ese horrible peso que tenía sobre la mente todo el tiempo.

Suspiró con toda la paz y miró a Malany llegando con una paleta de chamoy.

—¿Verónica? —preguntó sorprendida por el semblante. Lucía verdaderamente cambiada.

—Creo que logré lo que necesitaba hacer —dijo ella con una sonrisa en el rostro—, ¿crees que sea todo?

Malany soltó una pequeña risa. Verónica también estaba sonriendo, porque sabía que aquella no era la realidad.

—Dime qué es lo que sigue.

Malany recordó lo profundamente difícil que había sido para ella construir un vecindario que fuera medianamente decente. Verónica tenía un temple impresionante, una disposición que creyó le hubiera resuelto mucho más fácil todas las cosas que necesitaba hacer para alcanzar el mismo objetivo en su momento.

Verónica también lo percibía, pero creyó que todo el mundo era así. Cada vez que se sentía que ya no podía cumplir las cosas que le ponían sobre el plato, lograba vencerlo y se disponía a ir al siguiente reto que le presentaran.

—Nos vemos en Life.

El día escolar transcurrió con la misma armonía que se sentía en el resto de cosas para Verónica. Ya no sentía todo personal, la chica que le había derramado el jugo, le regaló un cubito del mismo para disculparse y las clases, por primera vez, le resultaron interesantes.

Quería preguntarle a Malany si todos los habitantes del vecindario repercutían directamente sobre el peso de su alma en el día a día. Era lo más probable, puesto que se encontraba en la experiencia verdadera de las cosas y la ligereza que percibía era algo totalmente innegable.

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El cielo del vecindario de Malany se veía ligeramente gris. Verónica se preguntó si todo eso tenía que ver con el día de clases. Claro, ella había tenido la fortaleza de las experiencias anteriores, pero en realidad había sido un día pesado, lleno de tareas y de mucha participación. Aunque, si lo pensaba bien, a su compañera nunca le había molestado el trabajo escolar. Puki la distrajo de su reflexión, cuando llegó corriendo para empezar a jugar con Javier.

—Vamos —anunció Malany sonriendo.

Quizá solo era una pequeña y errada impresión de su parte.

Cuando la luz se apagó alrededor de ellas, Verónica pudo apreciar el primer buen clima, desde que había logrado llegar al vecindario. Si bien el ambiente que se tenía en el sitio era más bien templado, ahora Verónica disfrutaba de un divino cielo azul. No era un azul chillón, como el de Malany, sino uno que tenía pequeños toques de turquesa y verde, que lo hacían lucir verdaderamente interesante. El clima no era bochornoso, pero al mismo tiempo era cálido y bello, como si estuviera cubierto en un abrazo. Todo lo demás también resultaba francamente hermoso. Verónica admiraba cada detalle, y mientras más admiraba todo, mejor se sentía y  entre mejor se sentía, más hermoso era todo.

La alegría que estaba experimentando era algo que no había sentido muy seguido en su vida. No siempre podía comentar que el pecho le podría explotar de alegría. Era como si alguien hubiera cambiado la sintonía de su existencia.

—Vamos con Jessica —anunció la chica sin más.

Las dos empezar a acercarse hacia la avenida. La casa de Jessica se admiró a lo lejos como una pequeña linterna dentro de la marea. Estaba mostrando una suave luz rosa, como siempre, y la música de Britney Spears se hizo presente.

La chica suspiró, pero no de manera pesimista, sino intentando captar todo el oxígeno que pudiera. Estaba viva y eso lo amaba.

—¿Estás segura? —preguntó Malany sonriéndole.

En ese momento volvió a percibir una pequeña gota de duda dentro de sí, pero aquella no era con respecto a lo que estaba a punto de hacer, sino sobre la percepción de algo extraño en el rostro de su amiga.

¿Sería posible que Malany le estuviera ocultando algo? En verdad no lo consideraba posible. Ella fue la que la estuvo guiando. No había manera de que ella perdiera la compostura.

Decirlo de esa forma le hacía cuestionarse qué tan realista era pensar así. Por supuesto que ella tenía la razón en imaginar que Malany también tuviera momentos en los que las cosas no estuvieran yendo tan bien.

Finalmente, pudo retornar la atención a donde ella necesitaba. La casa de Jessica de pronto ya no se sentía tan imponente. Era como un sitio cualquiera que, si bien no era agradable, por supuesto que era menor a ella.

Eso era justamente lo que ella sentía, el sitio era pequeño, era solo un lugar.

Las luces se percibían similares, los olores nuevamente le hicieron erizar la piel y el corazón acelerarse como lo había estado haciendo todo ese tiempo, sin embargo, no dejaría que las cosas se volvieran contra de sí una vez más. Ahora sabía que la ligereza le ayudaría a encontrar la sencillez frente a lo complejo.

—Muy bien —dijo para ella misma mientras tomaba aquel picaporte entre sus manos.

La luz rosada la volvió a cubrir por completo, esta vez percibió que sus pasos no estaban embrujados con un hechizo de temblores. Sino que ahora avanzaba como siempre lo haría hacia su prima, que se encontraba haciendo exactamente lo mismo de siempre.

Se miró en un espejo cercano, tenía su ropa, su apariencia de siempre y no estaba la niña de la última vez. Aquello le dio un pequeño soplo de esperanza, así que se armó de valor para poder continuar con todo.

Dio pasos cortos hacia su prima, no estaba segura (como últimamente) de lo siguiente que necesitaba hacer, pero tenía la fuerte necesidad de interactuar con Jessica. Incluso ella estaba sorprendida con esa sensación, puesto que eso era lo último que hubiera querido hacer.

Las pisadas no sonaban por la alfombra morada, Jessica estaba colocándose su brillo de cerezas, parecía no reparar en su presencia, como siempre, así que Verónica procedió a tomarla del hombro con la mayor delicadeza posible.

La mirada de Jessica se detuvo repentinamente. No se enfocó en absolutamente nada, sino que pareció estar buscando el hilo para recalibrarse y poder responder a la situación actual.

—Hola, Verónica. Te había estado esperando.

 Te había estado esperando

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