Confiar

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El brillo desapareció lentamente al tiempo que la imagen se iba aclarando

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El brillo desapareció lentamente al tiempo que la imagen se iba aclarando. Tardó un rato más en tranquilizarse y permitir que su consciencia tomara participación en todo. Quizá pudo haberlo percibido antes, pero fue hasta que sus ojos tocaron el paisaje, que se dio cuenta de la gran diferencia en su primera visita.

Probablemente no era un clima como el del vecindario de Malany, pero era considerablemente más agradable. Primero admiró el cielo, aquel había tornado su rojo encendido en un precioso azul grisáceo. Las nubes, tampoco pintaban negras, sino más bien difuminadas por todo el panorama. El ambiente era ligero. Tenía un viento suave que iba moviendo todo y, finalmente, la luz tocaba cada uno de los objetos que se encontraban ahí con la delicadeza de una bailarina.

—No puedo creerlo —dijo Verónica bajando la guardia. Subió una sonrisa enorme, se acercó a Javier y le acarició la cabeza con orgullo—. Mejoró, mejoró... ¿por qué... por qué no está bien todavía?

—Ten paciencia, como te dije, es un trabajo constante; pero quiero que sepas que hiciste un avance maravilloso aquí —expresó Malany observando todo.

Ahora que la luz había mejorado, todo era mucho más claro para las dos adolescentes. La naturaleza, por una parte, se miraba totalmente negra. Daba la impresión de haber estado bajo un incendio. Aquello no hubiera parecido muy difícil de creer, puesto que el clima anterior era bochornoso y fácilmente pudo haber provocado un incendio.

Javier se paseaba por las calles esquivando árboles caídos y tierra acumulada por las pocas alimañas que se encontraban habitando el vecindario.

—¿Qué es lo que sigue? —preguntó Verónica sorprendida por la cantidad de caos que podía sentirse. Era un gran contraste entre el nuevo cielo y todo lo que estaba debajo del mismo.

Malany se quedó pensando un minuto. Si bien estarían trabajando mucho con el clima todavía, era importante que procuraran por el resto de elementos en el vecindario. Buscó las casas y a los habitantes, pero le resultó un poco difícil diferenciarlas entre tantas ramas y árboles caídos.

—Creo que hay casas debajo de las raíces —expresó agachándose lo más que pudo para introducir su mirada por un nudo de las mismas—. Verónica, pienso que lo mejor es continuar con la naturaleza. No me deja ver nada.

Además, aquella daba un toque inquietante. Probablemente sin esa extraña vista, todo se vería infinitamente mejor.

—Bien, dime qué hacemos. ¿Tenemos que empezar a plantar árboles?

La otra chica tomó entre sus manos una ramita. Comprobó que estaba cubierta por carbón y era tan frágil que apenas la tocó, se volvió trizas.

—No, no, la naturaleza, como todo en tu vecindario, se reparará solo cuando trabajes lo que hay que trabajar.

—¿Y qué es? —cuestionó con impaciencia Verónica.

Malany estaba absorta en el ambiente. Nunca había visto algo así y le resultaba impresionante. Dio un último vistazo y después volvió a abrir el portal hacia su propio vecindario.

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Verónica estaba en el camión repasando las palabras de Malany. La naturaleza tenía que ver con su relación con el entorno. Rio un poco cuando ella se lo dijo y volvió a reír ahora que lo repasaba en su cabeza. Desde que era pequeña, el mundo no la había tratado demasiado bien. No encontraba sentido entonces en buscar hacer las paces con él.

Un señor subió al camión vendiendo caramelos. Verónica lo ignoró, como siempre, y se dedicó a la ventana. Repasó por el rabillo del ojo a los que iban con ella. En realidad todos parecían tan sosos como cada individuo en esa ciudad.

Cuando ella estaba en primer año de kínder, estaba verdaderamente emocionada por poder alejarse de su casa. Su primera infancia no había sido fácil para nada y encontrarse con una salida que pudiera brindarle escape era lo que más ilusión le hacía.

La puerta de la escuela se abrió, al igual que todo el descanso que el alma de Verónica pudo sentir, aunque en realidad eso fue por unos breves segundos. Jalones de cabello, risas por doquier, engaños, tretas, todo lo malo que pudiera haber pensado le sucedía. Bueno, incluso la maestra era mala con ella. Se reía de sus dibujos mal hechos y después negaba aquello si es que la niña se atrevía a contarle a un adulto.

Sacudió un poco su cabello para intentar arrancar ese recuerdo de sí. La gente era mala, estaba completamente segura de ello. No sabía por qué era necesario que se convenciera de que no.

Mientras avanzaba por las calles, contempló a otras personas. A las señoras que caminaban apresuradas para abrir sus locales, a los niños jugando en la banqueta en vez de apresurar el paso para llegar a clase. Aquellos tampoco le conmovían. Todo le recordaba alguna prueba de que la humanidad estaba así o más podrida como la naturaleza de su vecindario.

Acarició a Javier en la oreja. Hacía un rato se había puesto con el pelo erizo y los colmillos filosos, listos para atacar. Verónica respiró un segundo, quizá estaba exagerando... quizá no, pero no quería que Javier sufriera, así que permitió que los pensamientos se deslizaran por su mente, sin dejarlos recargarse en su corazón.

La chica estaba consciente de todo lo que había estado reflexionando en el camino, así que cuando la profesora entró para dar la clase, no pudo evitar pintarla un poco de las reflexiones que había perpetuado.

Observó con cuidado sus más sencillos defectos. Profundizó en aquellas cosas que no le estaban favoreciendo y procuró tomar todo tan personal, que tuvo que volver a calmarse para que Javier no le saltara encima. Aquello le estaba costando demasiado.

En el receso, prefirió evitar a Malany. En realidad no quería hablar con nadie sobre el asunto. Era un tema que tocaba fibras sensibles en ella y que le provocaba querer escapar para no tener que enfrentar su desconfianza con el mundo.

Decidió esconderse en una parte llena de vegetación en la escuela. Casi como el primer lugar en el que se le había ocurrido buscar silencio.

Admiró el cielo con calma, ojalá solo se tratara de contemplar la naturaleza. Era mucho más sencillo encontrarle belleza al mundo que a las personas que habitaban en el mismo. Estaba completamente segura de aquello, pero la tarea no se dignó a ser tan sencilla como su estabilidad requería.

La chica observó una catarina a su lado. Incluso ella, y todos los animales del mundo, estaba segura de que concordarían con que la raza humana era una basura. "Tú también eres parte de ella", llegó a su mente como un pequeño rayo que no la dejaba en paz. Sí, probablemente era parte de esos humanos a los que tanto criticaba, pero al mismo tiempo era parte del club de víctimas de la humanidad.

Se colocó las palmas sobre los ojos, porque las cosas se estaban complicando todavía más. Si pudiera pensar en una sola persona en la que confiara, probablemente no mencionaría a nadie, porque sentía que todos estaban a dos pasos de traicionarla con la mayor de las facilidades. Incluso Malany, que había sido tan amable con ella. Si alguna de las personas (o seres) que la mandaron en primer lugar, después le pidieran hacer algo contra ella, seguro la traicionaría.

Cómo podría empezar a confiar en la humanidad.

Cómo podría empezar a confiar en la humanidad

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