Un comienzo para ambas

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El paisaje y el brillo de la ventana terrenal de Malany, ahora le parecían insípidos

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El paisaje y el brillo de la ventana terrenal de Malany, ahora le parecían insípidos. Verónica tomó un momento para volver a concentrarse en el sitio en el que estaba. Su interior se percibía inquieto, como si hubiera estado en una espiral, y ni decir de su mente... Era parecida a un torbellino.

Malany, por su parte, parecía estar intacta y muy contenta por iniciar esa misión. Se agachó para tomar la mochila de su compañera y la extendió con una gran sonrisa en el rostro.

—Nos vemos mañana —dijo, con la naturalidad de simplemente haberle invitado un helado.

La otra chica se quedó un instante procesando todo y después miró a Malany con incredulidad.

—¿Así nada más? ¿Cómo...? ¿Cómo no te has vuelto loca? —cuestionó la chica empezando a respirar con profundidad—. Quiero decir, mira la ventana. Es la misma hora que cuando nos fuimos y...

—¿Nos veremos mañana? —repitió Malany volviendo a extenderle la mochila—. Ve a casa, descansa.

En contra de su voluntad, la chica recogió todas sus cosas y se encaminó hacia la salida. No tenía ganas de hablar con nadie, ni siquiera de hacer contacto visual con las personas de la calle. A duras penas pudo sacar su celular y exprimir lo último en datos que tenía para buscar la ruta más cercana a su casa.

Cuando llegó, se soltó a llorar como hacía mucho tiempo y no lo hacía.

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Todo le parecía irreal a la mañana siguiente. Los coches, las personas y sus problemas; la profesora que acomodaba sus cosas apurada y la compañía que la rodeaba. Tan solo esperaba que Malany cruzara esa puerta. No quería pensar en nada más que en Life.

—Buenos días, alumnos. Hoy...

—Buenos días, profesora. ¿Puedo pasar? —Malany se veía apurada, pero tenía la misma expresión de profunda alegría y paz que siempre proyectaba.

—Adelante... Hoy veremos un tema muy importante para su examen final...

La voz de la profesora comenzó a quedar difusa en la distancia. Estaba furiosa porque Malany llegara tarde. De todos los días en los que podía llegar con retraso, elegía justo ese en el que ella necesitaba de su presencia para hablar de todo lo que había pasado.

Aquello provocó que una bola de ira se fuera acumulando en la parte posterior de su cabeza. Era una maraña de emociones negativa, las sentía recorriéndole el cuello y procurando la mayor cantidad de destrucción a su paso.

Verónica volteaba los ojos cada que la profesora dejaba un nuevo ejercicio, o en los silencios interminables, en los que veía a su compañera concentrarse en nada más que en la escuela. ¿Cómo es que podía hacer eso? Si ella hubiera sabido que todo eso de los vecindarios existía desde hacía tanto tiempo atrás, definitivamente hubiera dejado de lado todo lo que estaba haciendo para vivir ahí.

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