Todo era paz

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Aquellas palabras tomaron por sorpresa a la chica

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Aquellas palabras tomaron por sorpresa a la chica. En verdad podía percibir que la imagen de su prima no era más que una reproducción de su propia memoria, por lo que percibió cómo es que aquella iba perdiendo el control lentamente, al tiempo que los diálogos armados se alejaban de la bahía.

—Prima —expresó Verónica mirando la habitación, para intentar recobrar las fuerzas. Mientras lo hacía, notó que su apariencia iba cambiando. Entre más miedo tenía, la pinta de niña pequeña regresaba—. No, no, no —expresó admirándose en el reflejo.

—Finalmente eso es lo que eres, ¿no? Una niña pequeña.

Verónica escuchaba las fuertes palabras que había dicho Jessica. 

—Lo siento, pero no lo voy a permitir. —Verónica se limpió la pequeña lágrima que se había escapado de su mirada—. Yo fui esa niña pequeña, yo soy todavía esa niña pequeña. Pero ahora soy una chica más grande y no puedes dañarme. Ahora tenemos casi la misma edad.

Ella ya no lo notó, porque ya no estaba mirando el espejo, pero en realidad su apariencia había vuelto a la normalidad. No era en el espejo en donde necesitaba encontrar la fuerza para seguir hablando, sino en las cosas que la habían llevado hasta ese punto. Cada experiencia le demostraba lo fuerte que era.

—Escúchame —comenzó a decir. Su voz sonaba mucho más fuerte, mucho más contundente—. Vengo a hablar contigo en verdad.

Jessica había estado mirándola  con la mano en la cintura, su chicle de lado a lado y la cadera inclinada hacia una sola dirección, pero ahora que aquellas palabras habían salido de los labios de Verónica, la pose se volvió un diferente. Ahora estaba un poco achicada, tanto así que la chica la percibió de una estatura menor.

—¿Ah, sí? ¿De qué quiere hablar la nenita?

Las palabras de Jessica rebotaron, inclusive para ella sonaron francamente ridículas. Ya no había nadie que las recibiera, por un momento pareció que lo había dicho alguien que no había estado prestando atención a la conversación por un tiempo considerable.

Verónica no se burló, ni reaccionó, simplemente se quedó de pie, esperando a que la risa se le pasara para poder seguir platicando.

Mientras lo hacía, la habitación se sentía cada vez más amplia y pudo notar que en verdad Jessica se estaba haciendo más pequeña. El peinado también le cambió, con un par de coletas curiosas, unas trenzas que caían de su copete recién cortado y unos pequeños frenos que lucían fuertes sobre su dentadura. Sin quererlo, ahora Verónica tenía quince años y Jessica era una niña pequeña de siete.

—¡Yo no quiero escucharte! —gritó Jessica lanzándole un peluche que estaba cercano—. ¡No quiero, no quiero!

Verónica se talló los ojos para comprobar que no estuviera alucinando, pero finalmente se dio cuenta de que aquello en verdad estaba sucediendo. Levantó las cejas con sorpresa y después continuó.

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