Hago la cabeza para atrás y suelto un respingo largo y abrazador. Camila se relame los labios y mientras lo hace empujo su cuerpo sobre la cama. Sigo desesperada. Aún después de haberme venido siento la necesidad de meterme en su cuerpo.
Camila está tendida y puedo observar en la comisura de sus labios los restos de mi semen. Verla lamiéndose me excita de una manera descomunal. Me acuesto sobre ella sin aplastarla y acaricio su entrada con la punta de mi verga.
Camila sube sus dedos hasta mi espalda, la toca, la acaricia, hunde sus dedos en ella y termina posicionando ambas manos sobre mis hombros.
- ¿Por qué te quiero tanto? – pregunto al observarla debajo de mí. Mis labios se unen y le besan lento.
Debajo mi erección ha crecido un poco más.
- ¿Por qué te quiero tanto yo a ti? –responde en otra pregunta y baja sus dedos desde mi espalda hasta mi culo. Llega hasta mis nalgas y las acaricia sin temor. Sonrío ante lo que está haciendo y ante lo que acababa de decirme. Me doy cuenta de que me fascina que me lo diga siempre.
Sus piernas se entrelazan en mi cintura y eso me da paso a conseguir una mejor posición para poder meterme en su cuerpo. Bajo la mirada y parte de mí quiere que Camila también observe esto. La punta de mi verga se clava en su húmeda entrada.
- Ábrelas más. – le indico y Camila estira un poco más ambas piernas a ambos costados. – así... - relamo mis labios al observar hacia abajo. La escena empapa mis ojos de lujuria.
- ¿Más? – pregunta inocente y aquello me excita mucho más. Niego con la cabeza y me inclino para pasar mi lengua por sus pechos. La punta de estos se encienden al sentir la humedad de mi tacto sobre ellos. Sus pezones están erectos. Muerdo uno de ellos y la siento retorcerse bajo mi cuerpo.
- Eres preciosa. – muerdo y estiro.
Camila arquea el cuerpo, gimiendo desesperada. – eres preciosa... - vuelvo a decirle y es que verdaderamente lo es. Me quedo embelesada al mirarla. Se lo podría decir todos los días de mi vida y nunca me cansaría. – quiero que mires esto. – le digo. – quiero que quede en tu memoria para toda la vida. - Camila asiente, todavía aturdida y tal vez sin entender a lo que me refiero. – mira, gatita. Obsérvalo todo. – le digo segundos antes de introducirme en su cuerpo. Al hacerlo, Camila arquea las caderas, sugiriéndome más.
Penetro con delicadeza al principio, entrando suave y saliendo a la misma velocidad. Mi verga siente el apretón y siento que deseo uno más... y otro y otro... así que vuelvo a meterme en ella suave, dejándola respirar y gemir con tranquilidad. Pero en la tercera embestida hago que todo se vuelva más salvaje. Me la estoy cogiendo con fuerza, apretando sus muslos contra mis caderas. Camila grita desesperada y apoya la cabeza hacia atrás. Sus ojos se cierran al estirar el cuello y yo aprovecho en mordérselo.
- Mira. – vuelvo a pedirle con los dientes apretados. Mis caderas se mueven. Saliendo y entrando de ella con suma rapidez. – quiero que lo veas todo, Camila. – le digo grave. Ella asiente pero todavía sigue sin poder responderme del todo. – Dios... - gimo y saco mi verga de su interior para arroparla con mis manos. Camila gruñe en desacuerdo y baja por fin la mirada. La mía también está en la misma dirección. Ambas estamos viendo lo mismo y no hay nada más excitante que esto.
Aprieto mi verga con ambas manos y la muevo sobre la entrada de Camila. Rozándola en todo su monte de Venus y llegando a tocarle el clítoris. La mueve lento, dejando huella con cada gemido que ella va dando. Su boca se abre, necesito oírla gritar, y sé que lo que está a punto de ver la va a hacer perder el control.
Le estoy metiendo mi verga, soltándola de a pocos, pero esta vez completamente en ella. Cada centímetro se introduce, cada centímetro va desapareciendo de mis manos y se va posicionando en Camila. Cada centímetro se la esta cogiendo totalmente esta vez. Elevo mis ojos hacia los de ella, la veo abrir la boca aún más y gritar alto y duro. Sus ojos se humedecen al mirar lo mismo que yo. Está aguantando tanto tenerme en mi totalidad en todo su cuerpo. La veo retorcerse a la misma vez que me aprieta la espalda. Así que antes de que pueda hacerla venir en ese momento, me retiro de su cuerpo para poder repetir el proceso una vez más.
Camila grita mi nombre, aliviada. Pero todavía tengo más para ti, gatita.
Vuelvo a penetrarla totalmente. Toda mi verga dura se ha introducido en sus entrañas y sus uñas se han impregnado en mi espalda. Me rasguña. Me rasguña fuerte. Está enloquecida. Está perdida por mí y eso me encanta. Suavemente le beso la frente y solo al hacerlo, puedo escuchar un sollozo proveniente de ella. Abro los ojos y me detengo en seco.- ¿Estás bien? – pregunto aturdida por la preocupación. Joder... no puede ser que no me haya dado cuenta que está llorando. Cuando puedo mirarla, su rostro está cubierto por dos lágrimas que le cubren ambas mejillas. Son recientes. - ¿te he hecho daño? – trago saliva. Por Dios... soy una bestia.
- No. – niega con la cabeza y me acaricia la espalda. La siento arder. – pero creo que yo sí a ti. – me mira inocente y a la vez arrepentida. Se restriega la nariz y me sonríe.
- Está bien, no me duele. – miento. - ¿por qué llorabas? – frunzo el ceño.
- Porque estoy contigo. – sonríe y sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Me mira enternecida. Solo en ese momento me doy cuenta de que no ha sido tan fácil llegar a esto. Llegar a estar haciendo el amor. Llegar a perdonarnos. Llegar a ser como antes.
- No llores por eso. – susurro. Sus labios ahora están humedecidos por el camino que sus lágrimas han recorrido.
- Es que pensé que jamás podría... podría decirte sobre Elisabeth.
Me mira. Su nombre me eriza la piel.
- ¿Te arrepientes?
- Nunca lo haría.
Asiento con la cabeza y nos quedamos calladas por varios segundos.
- Yo tampoco. – susurro. – eres... - me quedo callada. Otra vez estos nervios hijos de puta. Es que con ella jamás voy a perderlos. – eres lo mejor... que me ha pasado. – me aclaro la garganta y sé que está sonriendo. – a pesar de todo, nunca dejé de pensar en ti lo suficiente como para creer que regresarías. – tocar este tema me hiere tanto a mí como a ella, pero prometo que es la última vez. – y siempre supe que jamás te olvidaría.
Porque te vi. Te sentí. Te toqué. Y todo al mismo tiempo me hizo saber que esto duraría siempre. Que ni siquiera nosotras mismas, tan tontas y confundidas a veces, podríamos con lo que acabábamos de construir. ¿Me equivoco, gatita? Me enamoré de ti sabiendo que era prohibido y hoy, sabiendo que puedo escoger otro camino con alguien más, si te atreves a preguntármelo, te respondería de la misma manera hoy, mañana y siempre: te escogería a ti una y mil veces otra vez.
- Quiero conocerla. – susurro. Los ojos de Camila vuelven a humedecerse por mi causa. Nuestras manos vuelven a enlazarse bajo nuestros cuerpos. – llévame a conocer a Elisabeth.