Un dolor de cabeza insoportable, una taza de manzanilla caliente y una aspirina.
Camila se puso de pie. Bastante esfuerzo había hecho para abrir los ojos y asimilar la hora en la que se encontraba. Jodida resaca. La cabeza le dolía a mil y sentía todavía el sabor de los chupitos de anoche. De algo estaba segura, ese dolor de cabeza solo se lo podía haber proporcionado una persona en el mundo. De la cual no se sentiría jamás avergonzada en terminar ebria: Lauren Jauregui, su otro dolor de cabeza.
Buscó en los cajones algo cómodo para ponerse. Después de pasar minutos rebuscando entre tangas y sujetadores, encontró lo que necesitaba y lo colocó sobre su hombro. Caminó a pasos lentos y dormidos hacia la puerta del baño personal, pero antes hizo una parada transcendental en el espejo que se ubicaba dentro de una de las puertas del ropero.
- Por Dios. - se dijo a sí mismo al analizarse frente al espejo. Trató de acomodarse el cabello para que este pareciera aceptable ante su mirada. Segundos después, al no encontrar resultado, bajó la mirada hacia lo que traía puesto. Podía recordar que por nada del mundo habría salido con esa camiseta dos tallas más grandes que ella. Pudo reconocer de inmediato, gracias al olor fuerte y delicioso que emanaba, que se trataba de una camisola de Lauren. Bajo esta no había nada que le cubriera las piernas y solo su tanguita de color rojo le hacían compañía.
Entonces... intentó caminar a un paso un poco más rápido.Una fricción interna le hizo soltar un gemido suave. Se sentía expuesta y un ligero dolor entre las piernas le susurraba que tal vez era lo que ella se estaba imaginando. Esto solo podía significar una cosa...
Antes de que sus pensamientos volaran más allá, Lauren entró a la habitación con Elisabeth en brazos. Este traía el una camisa blanca de algodon y unos pantalones de lona, mientras que Eli vestía una bata rosada que le daba hasta las rodillas. Ambas entablaban una conversación sobre cereales de chocolate, cuál les gustaba más y sabores que detestaban. Par de niñas.
- Mira quién ha despertado. - dijo Lauren a Eli. Esta juntó las manos en un aplauso dulce, que fue acompañado por un: "mami" enternecedor. - se te han pegado las sábanas.
Se acercó a Camila y le besó la boca rápidamente. Al mismo tiempo, Eli se aferró al cuello de esta.
- No ha sido mi culpa. - Camila la miró mal.
- Ya lo sé nena, tengo que tener cuidado la próxima vez.
- Sí, porque tienes muchas cosas que aclararme. Lauren enarcó una ceja a la vez que iba soltando una sonrisa sexy y perturbadora.
- ¿Sí?
- Sí, tonta.
- No digas esas palabras frente a ella.
- ¿Ahora te has vuelto educada?
- ¿Yo? Siempre. En cambio tú... - Lauren soltó una risita victoriosa al atrapar con las manos la ropa interior de conejito que Camila traía en el hombro.
- ¡Deja eso! - gritó ella, ligeramente ruborizada. Maldición, casi nunca usaba esas prendas tan infantiles.
- A tu madre le gustan los conejos. - Lauren enarcó una ceja y Elisabeth sonrió acurrucándose en el cuello de Camila. Esta soltó aire desacomodándose todavía más las mechas de cabello que le caían sobre las mejillas. Frustrada dejó a Elisabeth sobre el borde de la cama y le quitó a Lauren la prenda de conejo.
- ¿Estás molesta? - preguntó Lauren, sin poder evitar una sonrisa preciosa que mostraba sus perfectos dientes.
- Dime tú, no recuerdo nada de lo que pasó anoche y de pronto no puedo ni caminar. Lauren desvió la mirada.
- Era eso... - dijo sonriendo.
- ¿Lo hemos hecho?
- Quizá deberíamos hablarlo luego. - tomó asiento sobre el borde de la cama, justo al lado de Eli.
- Vaya, lo hemos hecho.
- Anoche no parecías nada molesta.
Las mejillas de Camila se ruborizaron. A la misma vez, sus memorias interiores se llenaron de recuerdos pasados, llevándola a momentos que había tratado de olvidar toda su vida. ¿Justo hoy tenía que acordarse de toda esa mierda que parecía a veces imposible de olvidar?
- Olvídalo. - dio media vuelta y caminó como pudo hasta la puerta del baño personal.
Lauren tragó saliva. Su instinto interior le hizo saber que algo le pasaba a su chica...
- Oye... - se puso de pie e impidió que Camila cerrara la puerta de baño. - lo hemos hechos muchas veces. - alzó la mirada y pudo darse cuenta de que ella no le miraba. Es como si estuviera perdida en sus propios pensamientos o más bien recuerdos. ¿Se había perdido de algo? - ¿por qué es tan malo?
- Olvídalo, en serio, estoy siendo demasiado dramática. - se hizo para atrás y cerró la puerta del baño con recelo.
Se desnudó rápido, abrió el grifo de la ducha y se quedó parada bajo el agua caliente que caía sobre ella.
Vamos... tenía que superar todo esto. No podía molestarse con Lauren solo porque lo habían hecho anoche sin sus cinco sentidos bien puestos. Tenía que reconocer que se conocía perfectamente en cuanto a su estado alcoholizado. Se ponía bastante... exigente y juguetona. Era algo por lo que ya había tenido que pasar para darse cuenta de que no podía estar por ahí, tomando con personas que no conocía y que por lo mismo podrían aprovecharse de la cantidad de tragos que había tomado. Pero con Lauren... ¿con Lauren había de qué quejarse?
Se enredó el cabello en la toalla, después de varios minutos de reflexión a base de agua caliente, champú y jabón. Utilizó otra toalla para secarse el cuerpo y se colocó las bragas de conejito casi al mismo tiempo. Ahora que se analizaba frente al pequeño espejo de baño, tenía un mejor aspecto y ya no se notaba más el maquillaje de anoche. Se cepilló los dientes y se desenredó el cabello. No más dolor de cabeza, no más maquillaje; esta era ella.
Abrió la puerta del baño, con una toalla enredada al cuerpo. El dolor entre sus piernas había bajado en gran cantidad. Al parecer solo había sido un pequeño recuerdo de lo bien que... anoche se lo había pasado, de eso no cabía la más mínima duda. Dentro de sí también había una Camila que se quejaba por no recordar cada segundo de anoche.
Al salir observó a Elisabeth y a Lauren mirando la televisión. Ella estaba bastante concentrada y apenas pestañeaba para poder seguir mirando. En cambio ella, desvió la mirada hacia Camila cuando esta salió del baño.
La vio acercársele. La reacción en su piel fue casi la misma de siempre, se erizó por completo.
- Perdona, no debí reaccionar así. - Camila puso los ojos en blanco.
- Ya, no importa.
- Sí importa, ni siquiera te he agradecido por la fantástica cita de anoche, de eso sí me acuerdo. - sonrió sin mostrar los dientes y pasó a posicionarse sobre las piernas de Lauren. Esta la recibió gustoso, enredando sus brazos entre la cintura de su chica. - también debería agradecerte por no poder caminar hoy en la mañana.
- Sí, también deberías.
Camila soltó una risita.
- Gracias, pero me gustaría recordarlo todo.
- De eso me puedo encargar yo. - sus dientes mordieron el lóbulo de la oreja de Camila con delicadeza, apretándole la cintura contra la suya.
- Basta... - susurró ella en un tono divertido. - después ¿vale?
Lauren asintió, posicionando su barbilla sobre el hombro de ella.
- ¿Por qué lo de hace un rato?
- Ya te he pedido perdón...
- Pero no lo voy a olvidar sino me explicas el por qué