Aemond VI

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Y hay con que pagar, pero yo no quiero

La victoria a cualquier precio.

No quiero poner el pie en el pecho de nadie.

Yo quisiera quedarme contigo,

Solamente quedarme contigo,

Pero en el cielo, una estrella alta me llama a tomar el camino.

Группа крови ― Кино (Traducción)

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Las cosas fueron sencillas el domingo, mientras se despertó, caminó por la casa y evitó a toda costa, encontrar a su madre o a su padre. El eco de los gritos, las miradas incómodas y Aegon tomando a Hel por la cintura para ayudarla a subir las escaleras cuando todo se calmó: "Ahora eres una embarazada, necesitas atención especial". Su hermana había sonreído con tal mimo, que su semejanza a las obras de arte de la doncella, a los pies del guerrero, no le habrían hecho justicia.

Aemond recibió, a cambio, solo un "gracias y lo siento por el golpe". El golpe que él se ganó defendiendo una justicia que no existía, porque ella es tan culpable como Jace. Piensa en escribirle a Luke durante toda la mañana, en decirle que lo siente y que lo odia, que el placer alcanzado a su lado equipara la sensación de frustración por verse vencido por su brazo. Otra vez tiene una maraña de sentimientos inconexos e incompletos por ese muchacho que no conoce la moderación.

Es en ese semblante que lo encuentra su hermana, sumergido en el lago. Viene con unos pantalones anchos, de un blanco hueso que asemeja a sus cabellos, y una camiseta enorme, de color negro, que solo puede pertenecer a Jacaerys. Como otros días, Helaena deja que su cabello baile al viento y sus pies la guíen descalza. Si los dioses primigenios tuviesen representación, sería ella. Ella sería Meraxes, diosa valyria de la abundancia, la fertilidad y las granadas. Una parte suya, la que piensa bien de Aegon, defiende a Daeron y quiere a Luke, reconoce el porqué su sobrino se vería inclinado a favorecerlo.

Ella viene a hablar. Lo ata con su mirada violeta, casi violenta.

―¿Te puedo contar algo, hermano? ―la culpabilidad en la voz de Helaena frena todos sus pensamientos anteriores. La razón, la sensatez, le suplican que diga que no, porque la respuesta a un secreto es también otro secreto.

Pero es Helaena. Es su hermana.

―Claro que sí, Hel. Siempre puedo escucharte.

Camina fuera del agua, para sentarse a su lado. La arena le incomoda en la planta de los pies y sus piernas expuestas.

―No estoy segura de que sea de Jace, sí ―confiesa, mirando el suelo―. Jace está tomando la responsabilidad porque, de alguna manera, terminé en esta situación por una idea suya.

Aemond no está entendiendo. Tampoco está seguro de quererlo hacer, pero esta es Helaena ¿Cuándo ha roto un plato o dañado a alguien? Debe verse asombrado, pues cuando ella lo mira, exhala con fuerza.

―Mira, estábamos viéndonos a escondidas y escribiéndonos. Había pocas oportunidades de salir de Antigua sin que el abuelo le contase a mamá o se preocupara, así que usé a Aegon. ―una sonrisa involuntaria sale de su boca al decirlo―. Tal vez esa es mi parte del descuido inicial. Él tiene un niño, de una muchacha que servía al abuelo, se llama Gaemon. Lo chantajeé para que me lleve a ver a Jace algunas veces. Lo hizo. Aegon es un idiota, pero también sabe cuándo ser un buen hermano y trata de cuidar del niño ―otra sonrisa, esta vez es triste―. Una de esas ocasiones fue en Sotodeoro, Jace iba allí por un tema de su padre, Aegon se acababa de mudar y me podía llevar. Nos quedamos en el nuevo lugar de Aegon.

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