Aemond III

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¿Cuántos caminos conducen desde el inicio a casa? Solo Dios sabe.

¿Cuántas piedras han caído a nuestro alrededor? Y henos aquí

de nuevo en un círculo

Fumo mucho, pero a través del humo violeta veo el mundo tal como es:

A veces veo tu cara.

иди через лес ― сплин (Traducción aproximada propia)

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Aemond vive una semana de aparente estado de embriaguez. Lucerys parece totalmente inconsciente de lo que le provoca, como si su nueva forma de relacionarse no fuese más que una extensión del prolongado rencor entre ambos. No es que sea tan intenso, Aemond aún tiene muchas tareas extra que hacer y su trabajo sobre las leyes anti-incesto para el final del año tiene que seguir recolectando información, pero es divertido tomarse un respiro en el día y arrastrar a Lucerys hasta algún lugar para besarlo hasta que ninguno de los dos sepa como respirar. Se ha vuelto adictivo, tanto el contacto prolongado como la sensación de alivio de no huir más. Aemond sabe que es una respuesta contradictoria. La idea del peligro es lo que alimentaría sus deseos de más, empero, viviendo con ella por tanto tiempo, la adrenalina no es más que un subproducto de su natural inclinación por las cosas complicadas. Eso y que, para su sorpresa, la idea de que ahora sea más cercano a Lucerys parece alegrar su madre.

―Una vez Rhaenyra fue mi mejor amiga ―le dijo la tarde después de la visita de Helaena a su instituto―. Teníamos muchas diferencias, como tú y Lucerys, pero nos queríamos. No puedo decir que siga siendo así, al menos somos cordiales.

¿Ser cordial? Aemond no cree que eso opinaría realmente su madre si supiera hasta donde ha llegado su lengua en la garganta de su sobrino. No se arrepiente, aunque ha redoblado sus oraciones a los Siete, sobre todo a la Vieja. Alicent le enseñó los misterios de la Fe desde antes de que pudiese escribir, conoce los ritos, los mitos y las oraciones de la misma forma en que conoce la ley, son bajo estos pilares que se sustenta su mundo y lo separa a él de los impíos. Separaba. Dentro de la doctrina religiosa, el pecado viene acompañado del mal, de los que se desvía de la naturaleza, las formas que la esencia divina, en sus múltiples rostros, dio al mundo, son las que se deben preservar.

¿Un muchacho besa a otro?, pecado. ¿Desear a alguien de tu propia sangre?, pecado. ¿Mentir a su familia?, pecado. Su existencia solo puede compensar todo ello con trabajo duro. Notas espectaculares y un futuro previsorio, es algo que puede hacer sin negarse a cada fragmento de aquello otro que lo hace feliz. ¿Es justo? Aemond hace mucho que no cree en la justicia terrenal. No desde que entendió que su padre nunca lo amaría como ama a Rhaenyra o que su madre, a falta de una figura adecuada, nunca le extenderá un amor que no vaya atado a la rectitud y al deber.

Considera que lidia con eso mejor que el resto de sus hermanos. Aegon solo lo ignoró, Helaena buscó refugio en sí misma y Daeron huyó a la primera oportunidad. Daeron al menos fue sincero cuando solicitó irse con su abuelo a Antigua: "No quiero estar aquí cuando empiecen a pelearse de nuevo". Tenía once años y más agallas que el resto. Aemond lo envidia un poco, no lo ha visto desde el inicio de año, rara vez recibe algún mensaje suyo, aunque Hel asegura que está bien y que se comporta como debe. Sabe que su madre lo llama todos los días y hablan unos cuantos minutos.

―Sigues pensando estupideces ―Catelyn ha sido mucho más ruda desde el incidente con Luke―, ¿ya terminaste con tu parte del informe?

―Sí, sí ―le asegura, revisando de nuevo la página escrita en su computadora―. Solo debo agregar algunos datos que envió Dalton a última hora. Sería más fácil si le hubieses dicho que necesitábamos esto ayer.

IntimidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora