CAPITULO - 23

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Narrador.

Ursa miraba atentamente cada rincón de la habitación de su primera hija.

Llamaba ya un año desde que el manicomio se había incendiado, nunca había perdido la esperanza de que seguiría viva en algún lugar lejano de ella.

No se había atrevido a ir a invadir aquel lugar, hasta solo hace unas horas más temprano que tuvo la necesidad instintiva de ir.

No había mucho fuera de lugar, lo único inquietante era que el espejo seguía roto, como si este fuera una indicación de la desgracia de la joven.

Siente años de mala suerte.

Cuando el lugar recordó que edad tenía su hija cuando estuvo ahí por última vez, apenas tendría 14 años y le faltaría poco para cumplir los 15.

Ahora solo tendría 16.

La mujer suspiro de cansancio, solo de pensar en el tiempo que no recuperaría la alteraba a más no poder.

Camino alrededor de todo el lugar y sentía cada parte de este con la yema de sus dedos, como si este le transmitirá sus conocimientos.

Cuántas sonrisas, lágrimas y dolor habían visto aquellas paredes en su silencio eterno, cuántas cosas le contarían aquellos muros de piedra y granito sólido pulidos por lao mejores albañiles y arquitectos de la nación.

La joven no tenía "muchas" procesiones una vez vio con claridad los cajones y armarios, todo tan milimetricamente ordenado, no lo recordaba así, aún recordaba a la niña de cuarto años que siempre tenía un desastre después de jugar o la que se quedaba dormida después de que se la acababa la energía mientras si alrededor era apocalíptico a vista de todo el mundo.

El propio Ozai se había encargado de hacer que fuera ordenada ella misma eso era seguro.

La armadura de combate ya reposaba cuidadosamente colocada en un maniquí especial de cuero y madera dentro del armario, algún sirviente se debió encargar eso era seguro, tal vez algún leal a su hija o simplemente no encontraron dónde más colocarlo.

Tunicas y pantalones de seda, dos pares de botas, unas formales y otras de combate las cuales tenían más desgaste en sus suelas.

Si hija fue a la guerra, eso le dijo Ozai, eso le dijo Iron, se lo confirmo su hijo y los antiguos amigos de la princesa como el equipo del avatar, algo que solo la había entristecerse más.

Aún era una niña si los veías en el aspecto general, para el mundo el ser más peligroso que nunca antes hubiera existido, de haber nacer en la época de Sozin seguramente la guerra hubiera terminado en solo un par de descansas.

Solo de escuchar todas la historias de esta estaba entre el horror y la sorpresa (sin ser orgulloso) de cuánto había logrado hacer en cuestión de solo un año y cuántos meses.

Conquistó cuidades sin mancharse las manos de sangre, sostuvo la caseria humana más larga, casi logra matar al avatar (de no ser por katara), llevo a su hermano exiliado a casa aún este cambiara de bando solo tiempo después.

Al final llegó al tocador, este tenía una ligera capa de polvo, los sirvientes nunca entraban ahí, no había ninguna orden pero tampoco estaban obligados a limpiar ese lugar en específico.

Miro lo que estaba colocado ahí, un peine, tijeras y algunas cintas para el cabello ya comidas por los insectos.

También un joyero pero este apenas tenía solo un par de collares y pulceras de oro.

AZULA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora