CAPITULO 34

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Los mensajes empezaron a llegar de manera regular al pasar los días, Nevan había decidido no leerlos más, incluso llego a la conclusión de dejar de buscar a Jaxon de esa manera y pensar en otra. Pero no quería que el alfa pensará que se había olvidado de él.

Quiso enviarle varios mensajes a los padres de Jaxon, pero por una extraña razón nunca llegaban, incluso los llamó en una ocasión, para preguntarles que pasaba y si podían decirle donde se encontraba su hijo. Nevan esperaba que al verlo desesperado le dieran alguna pista, aunque fuera mínima, él quería que le dijeran al menos si se encontraba bien.

El estado de ánimo del omega empeoro al empezar a notar pequeñas contracciones en la parte baja del estómago. Joe le explico que era porque Emily ya estaba colocada para poder salir y no faltaría mucho para aquel momento. Nevan sentía que se ahogaba solo con el simple hecho de la llegada del parto.

Se encerró en su habitación para poder estar solo, quería que su mente lo transporte a un momento de su vida en el que hubiese sido verdaderamente feliz, y no llegaba ninguno. Se cansó de llorar a la segunda noche, sentía que no valía la pena llorar. Además podría hacerle daño a su hija, y no estaba dispuesto a que eso pasara.

-Emily...- canturreo, llamarla lo tranquilizaba de cierta manera, aunque su corazón se estuviera rompiendo en pedazos muy pequeños.

Las horas pasaban despacio, y el dolor se incrementaba, tan solo comía lo que le llevaba Celia, y tan solo porque ella le obligaba, se negaba a irse de su habitación si no lo veía comer al menos un poco. Volvió a aparecer la psicóloga Dubois, algo que no le gusto para nada a Nevan, y aunque lucho para no echarla de esa manera tan abrupta, su cabreo lo gano.

-No sirve de nada gritarme así, Nevan. – le advirtió la mujer, él le estaba dando la espalda para ignorarla, pero ella no se movía. – Hace varios días que no sale de la habitación, apenas come y...

-¿Qué le importa? – le grito. – ¿Qué le importo yo? Dígame la verdad, piensa que pondrá ayudarme.

-Tan solo si quieres, yo estoy aquí para... - Nevan comenzó a reírse con amargura. – No va a conseguir nada, encerrándose en si mismo. Sus amigos están preocupado por usted.

-¿Mis amigos? – respondió incrédulo. – Yo estoy solo, señora Dubois, solo tengo a mi hija en estos momentos.

-Entonces, salga de está por ella... - el omega le gruño. – Sé que no quiere hablar de su padre, ni de su madre, y tampoco del padre de su niña...

-No entiendo porque sigues aquí, me estás molestando. – le espeto sin pensar en lo que pensaba ella. – Podría marcharse ahora, por las buenas, no quiero hablar con nadie.

-Lo que está haciendo no está bien, Nevan. – él puso los ojos en blanco y se cubrió un poco más con la sabana. – Sus amigos están muy preocupados por usted, ellos me han pedido que venga a visitarlo.

-¡Vete de mi habitación! – le grito molesto. – Su olor me da nauseas, estoy cansado, quiero dormir y no hablar con nadie.

Tras varios intentos desesperados por comunicarse con él, Dubois decidió marcharse de la habitación. Nevan ya ni siquiera la hablaba, aunque ella podía escuchar como la insultaba en voz baja. Dubois negó con la cabeza al ver a Celia, ella esperaba conseguir al menos que saliera al jardín, pero eso no iba a pasar.

-Lo he intentado, pero ese chico no quiere que nadie lo ayude, me temo que no puedo hacer nada por él, en ese estado. – Celia bajo la cabeza con tristeza. – Podría venir otro día, cuando este mejor, a lo mejor nos cuente lo que le paso.

-No sabría alguna manera de hacerlo razonar, sin dañarlo. – Dubois no dijo nada, Celia espero pacientemente a que ella le respondiera. – No puede seguir así, lleva al menos una semana.

Hasta el final del caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora