No entendía nada, desde tiempo no podía escuchar algo que no fueran las sirenas de la ambulancia, intentaba abrir los ojos pero no tenía fuerza. El dolor de su pecho disminuyo, pero aún podía sentirlo. Estaba confuso y tenía ganas de gritar para pedir ayuda, pero nada en él funcionaba.
Sentía una leve presión en su mano, le era conocida, había estado así antes, pero en aquella ocasión no era todo tan confuso. Las sirenas hacían que su cabeza doliera más, apretó los dientes para alejar el dolor y después volvió a intentar abrir los ojos.
Tenía que hacerlo, debía decir que estaba bien. Pero no podía.
-Scotty... - su cuerpo se congelo cuando escucho aquella voz. – Scotty, no te vayas. – le suplicaba. – Scotty, quédate conmigo, Scotty.
La presión en su mano era cada vez más fuerte y fría, Oliver le suplicaba desesperado que abriera los ojos. Scott le gritaba que lo estaba intentado, pero que no podía. Quería que esperará, debía esperar, era su amigo, su deber era esperarlo. Era su mejor amigo, y lo amaba. Por eso debía esperar a que él pudiera abrir sus malditos ojos.
-Lo siento, lo siento, Scotty. – su voz sonaba temblorosa. – No lo volveré a hacer, no lo haré. – beso su mano, pudo notar sus labios. – Vuelve, Scotty, vuelve.
Se enfadó cuando alguien le dijo a Oliver que se mantuviera en silencio, iba a golpearlo cuando abriera los ojos. Nadie mandaba a Oliver callar, a menos que fuera él. Oliver no debía callar, quería seguir escuchando su voz.
Beso su mano otra vez y otra vez, no sabía exactamente cuántas veces habían sido. Pero podía percibir como su amigo le pedía que no se fuera, en silencio.
Scott sentía un nudo en su garganta, no debía pasar esto. No debía pasar esto, y si pasaba no debía ser Oliver quien lo encontrara, era una especie de broma ¿Dónde estaban sus padres? ¿Por qué era su amigo quien lloraba? ¿Por qué le hacía sufrir?
-Scotty... - le susurro, y su voz le rompió aún más. – Scotty... - lo llamaba con miedo, eso no le gustaba, quería escuchar su tono guasón en la voz. – Scott, por favor.
Experimento una soledad rápida y fría cuando Oliver lo soltó, lo escuchaba gritar desde no sabía dónde. Pedía estar a su lado, pero no le dejaban. Estaban locos, él no necesitaba a los hombres de blanco, tan solo debía estar con Oliver. Su dolor se iba cuando estaba con Oliver.
-Scotty, Scotty... - su padre lo detuvo cuando intento ir tras él. – Papá, déjame yo tengo que... - Dylan lo abrazo con fuerza para que no sé moviera. – Me necesita, papá, Scotty me necesita, quiero ir, suéltame, suéltame.
-Es mejor mantener la calma, ahora, Oliver. – el beta se derrumbó en los brazos de su padres. – Ya les he llamado, pronto vendrán, tenemos que esperar...
Rechazo las sandalias que le ofrecieron las enfermeras, no le importaba ir descalzo. Dylan apretaba su mano con fuerza para asegurarse de que su hijo no se movía de su lado. Oliver era capaz de correr en cualquier dirección y buscar a Scott, no le importaba si tenía que estar horas. Él lo encontraría.
-Él estará bien... - Dylan podían escuchar los sollozos de su hijo. – Estará bien, no te preocupes.
Podía escuchar como lo llamaba débilmente, como un reclamo. Cuando notaba que su padre le apartaba la mirada intentaba salir corriendo, pero nunca le dejaba. Se desesperaba cuando notaba que pasaba el tiempo y no decían nada.
-Le están haciendo unas pruebas. – dijo su padre antes de que le preguntaran. – Nos han pedido que esperemos.
La señora Taylor observó a Oliver con miedo, no podía ver nada en su mirada. Lo había visto así en dos ocasiones, el pequeño beta que consideraba también como un hijo, besó su mejilla y se sentó a su lado. A Dylan le robo una de las manos con las que mantenía en calma a su hijo y la llevo a su pecho.
ESTÁS LEYENDO
Hasta el final del camino
Любовные романыDespués de la extraña desaparición de su alfa, Nevan se encuentra solo en su nueva vida. Sin nadie que pueda ayudarlo. Su única esperanza es mudarse al barrio de los omegas, un lugar donde descubrirá que no todo es tan fácil como parece. Solo y si...