Cállame con besos [COMPLETA]

XLI

MARATÓN (1/3)

El público ocupa gran parte de la grada lateral. Me siento observada, pero no me preocupa el hecho de que haya gente, sino que la gente que hay en la grada los conozco. Durante el instituto, cuando las sillas de plástico se volvían mareas de gente, sabía que nadie venía por mí. Así que no tenía que demostrar nada, no debía enorgullecer a alguien ni sentirme presionada.

Mamá casi nunca venía a los partidos. Estaba demasiado cansada de los turnos en el hospital. Nunca se lo he puesto en cara, porque lo entiendo. Lo máximo que lograba mostrarle era algún video que hacía algún padre de vez en cuando, de normal se lo pedía y después se lo enviaba a ella.

Sin embargo, Ramón, Tyler, Connor y Logan están ahí, viéndome estirar y prepararme para jugar un partido que determinará si vamos o no a la semifinal. Veo a Darren nervioso, todos estos partidos anteriores se lo ha tomado con calma, pero se nota que ahora vamos en serio. Además de que no hemos hablado mucho desde la llamada de Willow, que nos ha despertado. Y menos mal que lo ha hecho, pues ninguno de los dos se acordó de poner una alarma. Casi me da un infarto al escuchar la llamada, y Darren se ha espantado tanto que casi se ha caído de la cama, porque durante la noche nos hemos movido y hemos terminado en el borde del colchón.

Mientras él se vestía yo he hablado con nuestra amiga, asegurándole que estábamos sanos y salvos, que todo estaba yendo bien y que teníamos partidos que jugar. Después de dos minutos diciéndonos adiós, he cortado la llamada y he corrido a desayunar con mis compañeras de equipo, Tasia no estaba, no se apuntó al torneo, así que me he pegado a Savannah y poco a poco me he ido introduciendo en la conversación.

—Ey —me acerco al pelirrojo.

—Hola —me muestra una sonrisa, pero sé que está intentando controlar los nervios, así que pongo mi mano en su hombro y le doy un apretón.

—Solo es un partido más.

—Lo sé —me mira de reojo.

—Hagamos lo que sabemos que se nos da bien, y si perdemos, pues perdemos y punto. No se acabará el mundo. Piensa que después podemos estar tomando el sol y jugando a cartas.

—Ahora me entran ganas de una cerveza en el sol —asiente lentamente con la cabeza.

—Pues ya sabes, a perder —bromeo y me da un suave codazo.

El árbitro hace sonar el silbato y entramos en la pista. Un chico y una chica nos dan la mano, los dos con ojos azules, pero físicamente completamente distintos. Me coloco bien la rodillera cuando nos colocamos dentro de nuestro campo. La tensión se siente en el ambiente. No me importa ganar o perder, solo quiero jugar bien y no sentirme como una mierda por si fallo. Porque todos fallamos alguna vez, solamente hay que aprender a aceptar esos fallos, esos errores, y asegurarse de aprender la lección. Y creo que esa mentalidad vale para muchos ámbitos.

Esperamos a que nuestros contrincantes hagan el primer saque, puedo notar la emoción recorriendo mis venas. La adrenalina subiéndome por la columna vertebral, y el cosquilleo en los dedos. Mis manos están deseosas de tocar la bola. De pegarla con fuerza y celebrar un punto.

Es cuando la chica golpea la bola para enviarla a nuestro campo, que sé que voy a dar cada mísera gota de energía. Si es mi último partido en este torneo, terminemos a lo grande.

El primer set lo ganamos nosotros, pero sufriendo.

El segundo lo ganan ellos, y ahora nos enfrentamos al tercer set de quince puntos.

No obstante, no solo nos quedamos a los quince puntos. Sino que vamos luchando hasta que nos perseguimos mutuamente. Cuando nosotros hacemos el punto número quince, ellos están con el catorce, y cuando ellos hacen el dieciséis, nosotros seguimos con el quince. De normal ya hubiéramos ganado, pero se ha decidido que en el tercer set, el de desempate, debe haber mínimo dos puntos de diferencia.