Psiquis

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La cámara fotográfica que Jae tenía dentro de su maleta se hizo presente durante toda la luna de miel. Había olvidado lo que era verlo tomarme fotos mientras hacía cualquier cosa. Hicimos pequeños tours, aquellos donde los encuentros se hacían presentes y cada vez más intensos. Lo oía platicar con Lay y con varias personas para el respectivo arreglo del Palacete. Por supuesto, al arribar a Sinheub, aquel lugar que juntos habíamos evitado por el sin fin de recuerdos, en ese mismo hermoso lugar, Jae había dejado un montón de arreglos y redecoración antes de la luna de miel. Arreglos que desconozco por completo ya que Jae tenía todo perfectamente planificado. (El mes se había culminado)

Comencé a alistar la maleta de Jae, mientras él platicaba por teléfono. Al terminar de alistar la maleta, me dio un fuerte dolor de cabeza. Me recosté y al despertar, Jae ya estaba organizado y se disponía a llamarme para que me organizara para partir. Me levanté y me dispuse a organizarme mientras Jae me observaba allí sentado. Sonreí al verlo entretenido; se acercó y me dio un beso bajo mis pantalones seguido de mi ropa interior.

Me sonrojé al verlo en aquella actitud. Acaricié su cabello mientras le desabrochaba la camisa. Dejé caer su pantalón y la hebilla del cinturón azotó fuerte con el suelo, seguido de un golpe en la puerta como señal de que ya habían llegado por nosotros. Jaebeom sonrió al verme huir con sus pantalones.

-¿Sabes que puedo salir así? ¿Quieres que salga así? - indagó mientras yo me encontraba a una distancia considerable.

Mientras él se disponía a abrir, le lancé una toalla envuelta que, al chocar con su cabeza, se desplegó.

-¡Alto ahí! - dije seguido de una leve carcajada.

Jae se volteó y al oír dos golpes continuos, tomó la toalla y se envolvió en ella, luego tomó la perilla, le sacó el seguro y abrió.

-Disculpe, caballero, no era mi intención - dijo el hombre alto y trigueño, apartando la mirada de la de mi marido.

-Saldremos en cinco - dijo Jae mientras el hombre volvió a disculparse.

-Creo que esto es tuyo - dije devolviéndole el pantalón.

-Pedí cinco minutos más - dijo recibiéndome el pantalón.

-Cinco minutos no nos alcanzarán - dije buscando mi ropa interior

-Solo así, ¿y ya?, T/N.

-Cuando lleguemos a casa - contesté acariciando su rostro.

Salimos del lugar y sentía que el sol se comenzaba a comer mi piel.

-Toma la sombrilla y baja, yo me encargo del resto - dijo mientras yo observaba mis quemaduras.

Bajé las escaleras mientras veía el auto con el chico trigueño, que no dudó en ayudarme con la sombrilla.

-Gracias - contesté al ingresar al auto.

Jaebeom le dio la mano al conductor que ayudaba a cerrar el baúl. Se habían acabado las vacaciones y deberíamos regresar a retomar labores en la petrolera, además, me moría de ganas por ver a toda la familia y, claro, ver cómo había quedado el Palacette luego de la remodelación. Al llegar al aeropuerto y pasar por todo el protocolo de seguridad, en la pista de abordaje estaba el jet que nos había traído hasta acá. Abrí la sombrilla y comencé a subir las escaleras, tomé asiento y ya no aguantaba el ardor en los brazos.

-Ven, déjame ver - dijo Jaebeom tomando mis brazos y observando las quemaduras.

-¿Esto pasará todo el tiempo? - pregunté.

-No, es mientras tu cuerpo se adapta, pero sí tendremos que cuidarnos. ¿Recuerdas aquella noche del bar café donde me dispuse a llevarte?

-Sí, te quemaste la mano.

Veintiún  fetichesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora