Capítulo VII. Las mosqueteras en el Edén.

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Elena.

Decididamente hoy quedo viuda, lástima que no llegase a medio año de casada, pero que se le va a hacer, es increíble que, tras el primer problema, el maldito playboy salga corriendo, como una rata abandonado el barco.

Cuando Emy, alias Dartacan, nos anunció que podíamos quedarnos todo lo que queríamos en su casa, porque su marido le había enviado un mensaje diciendo que, tras beber los tres herederos, y el coaccionado asistente, se quedarían en la suite presidencial del Arcona, la rabia me recorrió entera, me pasado en varias locuras por la cabeza que sabía que no podrían ser, pero, eso no quería decir que no lo pensara.

La primera que se me pasó era la más lógica, el playboy estaba tan enfadado que ni quería dormir a mi lado, para un hombre que desde que no casamos, no podía apartar sus manos de mí, ni de noche, ni de día, y para ser sincera, yo tampoco, el decir que, por esta noche, ni estaríamos bajo el mismo techo, era mucho más de lo que mi orgullo herido, y mi anhelante cuerpo podía soportar.

La otra de las cosa que se me pasó por la cabeza fueron, lógicamente de las más locas, interiormente sabía que era imposible, pero mi insegura autoestima, la que no comprendía que ese atractivo, excitante y enloquecedor hombre, hubiera tirado todo su pasado, para permanecerme fiel, sino era porque lo hubiera obligado su abuelo, y pese a que casi a diario, ese hombre me decía o me demostraba que me amaba. Fue esa parte de mí la que tomo el control, entre el alcohol ingerido previamente, quien me animo a impedir que cualquier mujer durmiera esta noche con mi hombre, nadie tocaría su tentador y magnifico cuerpo de dios griego, nadie excepto yo, claro está después de hacerlo llorar como un niño, por dejarme sola después de una discusión, y medio desnuda.

Brandon junto al resto de los escoltas organizaron el traslado al hotel con tanta celeridad que llegamos en apenas minutos, al gran hotel del grupo Powell.

Cuando llegamos al hotel se nos confirmó, que la suite había sido guardada para los herederos Powell, al comunicarles que nosotras éramos sus esposas y que nos estaban esperado, se nos comunicó que aún no habían llegado, además de que nos miraron escépticas, como si no creyeran nuestra versión. Dogos, ósea Miriam, hasta le puso su anillo de compromiso delante de los ojos de la recepcionista que nos atendía, que valía lo que se pagaba en un año en luz en una compañía media.

Pero no parecieron impresionadas, y lo entendía, me imagine que esa zorras de las Adoradoras, ya habían usado trucos parecidos a estos, para entrar en la habitación, y lógicamente en la cama, del algún heredero Powell.

Finalmente, tuvo que ser Brandon, mi jefe de escoltas, quien mostrando su credencial, donde se notificaba que era la escolta personal de las herederas Powell, provocando que, automáticamente, nos dejaron pasar.

Al entrar a la suite descubrí porque era uno de los hoteles, elite de la cadena de hoteles del grupo Powell, todo en el respiraba lujo por los cuatro costados. La podre de Dogos no pudo evitar soltar una de sus floridas expresiones.

- "¡Dios mío! Esto es tan lujoso, que ni al baño iría, seguro, el papel higiénico son billetes de cincuenta dólares, por lo menos."- ninguna pudo evitar sonreír ante sus ocurrencias.

No estábamos acostumbrada a tanto lujo, ninguna, excepto nuestra heredera americana, la señora Emily Graham, alias Dartacan.

La suite presidencial del hotel Arcona ocupaba casi toda la última planta del hotel, tenía cuatro habitaciones, con baño incluido, un salón enorme a dos alturas, una terraza con su piscina privada y su yacusi, una cocina con todo lo que se podía desear, una sala de audiovisuales, y otra de reuniones, además de un despacho. Todo estaba rodeado de lujo y con clase típica que tenían todos los hoteles de la cadena Powell, pero a lo grande.

Matrimonio Concertado con el CEO. El playboy domesticado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora