Capítulo XII. La nueva secretaria sustituta del CEO

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Michael.

Mientras miraba por el gran ventanal de uno de los despachos que me habían asignado en la Torre de las empresas Powell en Auckland, en Nueva Zelanda. Me puse a pensar, en cómo había sido mi vida esta últimas semanas y me di cuenta de que, sinceramente, cada día me costaba más viajar de una lado para otro, echaba horriblemente de menos a mi mujer, pero sabía que no podían por un tiempo, estar con ella.

¿Cómo podría? Elena, aunque decía que me amaba, no confiaba en mí, por lo menos no tenía la suficiente confianza, para hablar primero conmigo, antes de tomar su decisiones, las cuales afectaban a nuestra vida, como por ejemplo la de querer o no tener hijos, no deseaba ser padre pronto, pero por lo menos poder hablarlo y decidir en común como seria nuestra vida, pero al parecer no estaba dentro de esta categoría, la persona de confianza, para la maldita señora Powell.

Y la verdad, es que ya me estaba hartando de tener que pagar en mi matrimonio, por mi pasado, ni siquiera la conocía cuando era un libertino mujeriego. Y si lo que fui, cambió desde el primer momento que puse mis ojos en ella.

Odio esa actitud que tiene de prepotencia, por creerse que por que su pasado fue más "inocente" que el mío, podía juzgarme por ello, y menos cuando yo, en ningún momento, le he dado pruebas de ello.

Otra vez la rabia que me invadió justificó por qué llevaba tres semana fuera de mi hogar, de una país a otros, revisando todas las campañas de publicidad de todas las sedes del grupo Powell. La verdad era que en un principio sólo serían las de Alemania y Japón, pero decidí alargar mi viaje y hacerlo de todo el mundo donde el grupo Powell tuviera cede.

Intentaba mantenerme informado de lo que estaba haciendo Elena, pero aquí me encontré con mi madre, que no le gustó para nada que mi hermano y yo, nos hubiéramos ido de viaje, dejando a nuestras mujeres. Como nos dijo:

- "No sé qué ha pasado con ustedes dos, pero yo no les eduqué a así, tan cobardes, ¿Cómo puede ser que ante el primer problema de comunicación en vuestro matrimonio salgan huyendo? Sinceramente no los reconozco"- mi madre era una de las más fiel defensora de las malditas herederas.

Es por eso por lo que había dado la orden que toda la información, puestos trabajo, funciones, jefes con quien trabajarían, todo, absolutamente todo, lo que tuviera algo que ver con Miriam, Adriana y Elena, en las empresas Powell o fuera de ellas, sólo podía ser tratado por ella, nadie tenía el derecha ha saberlo incluido el CEO general de Powell S.L. Holding. Y que os puedo decir que ni siquiera mi abuelo, se atrevía a contradecirla.

Así que sin poder saber nada de ella, y sin quererlo hacer directamente desbloqueándola de mi teléfono y de las redes sociales, por el hecho de que sabía que, desde el momento que oyera su voz, mi decisión se tambalearía y caería totalmente tentado bajo el influjo de esa maldita gitana hechicera, y mi ego no podía permitirme eso, necesitaba solucionarse de una vez por todas esto, o si no, más adelante, nuestro matrimonio no aguantaría. La confianza era algo muy importante en un matrimonio era una de las cuatro patas de la mesa, sin ella la mesa perdería apoyo y caería, lo teníamos todo, amor, complicidad y deseo, pero ¿dónde estaba la confianza?

Aunque eso no evitaba que, por las noches, la buscara en mi cama, por las mañanas, la buscara en la mesa, mientras desayunaba, y en mis ratos de ocio, no buscara su risa, o esa mirada para que me hipnotizaran.

Así que para sobrellevar el echarla tanto de menos, había incrementado no sólo mi trabajo, sino los eventos sociales y comerciales a los que asistía para promocionar el grupo Powell. Mientras hablaba de negocios, o me rodeaba de tanta gente, no dejaba a mi cerebro pensar, y así controlar el deseo de correr a su lado.

La puerta al abrirse me hizo regresara al presente.

- "¿Se pude saber Michael Powell que demonios es haces? Llevo más de cinco minutos tocando en la puerta y..."- no deje continuar a Barbara, la conocía desde el primer día que, tras terminar la universidad, entre a trabajar como responsable del grupo de Marketing en Seattle, y ella fue asignada como mi secretaria. Había sido como una mi madre, mi secretaria, mi ayudante, mi asesora de estilo, mi conciencia, mi confesora, hasta mi muro de Adoradoras, casi todas las mujeres de mi departamento, y algunas herederas osadas del grupo de Adoradoras, la temían. Y eso que, sinceramente, en ocasiones, no se lo ponía fácil, la verdad.

Matrimonio Concertado con el CEO. El playboy domesticado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora