Capítulo XVIII. En malos momentos hasta los rivales ayudan.

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Elena.

- "¿Se pude saber en qué demonios estás pensando estúpida Aramis?, y eso que tú eres la ecuánime, ¡maldito playboy manipulador!"- me quejé mientras regresaba a mi suite del hotel.

En mi retina aún estaba la cara de mi esposo, cuando tras entregarnos a la pasión, y pasar otras de esa noches, en esa limusina, que deberían estar entre los anales, de la mejores escenas sexuales de la historia que se centran en la seducción masculina, me di cuenta, en medio de esa fiebre delirante, que de nuevo ese maldito había hecho lo mejor que sabía hacer para salirse con la suya, seducirme.

Así tras recriminar al CEO, por ser celoso, manipulador, no hablar conmigo sobre Dylan Davis, sobre todo haberme dejado toda una noche y parte de una día preocupada por él, cuando me había prometido que vendría mí, para luego aparecerme totalmente golpeado, y alguna que otra recriminación menor, lo único que recibí de respuesta fue la siguiente frase, que vino acompañada de una sonrisa irónica.

- "¡Esto no es nada!, meros golpes, si vieras como quedó el otro."- y sin más soltó una carcajada de prepotencia masculina.

- "Normal que hubiera ordenador que la limusina se detuviera en el acto, y sin más con un empujón, me alejé de ese sexual cuerpo que me abrazaba, bajándome a continuación de la limusina mientras le decía hasta del mal que se iba a morir, dejándolo con tres pares de narices sin que la sonrisa se le borrara de la boca, maldito estúpido, idiota, egocéntrico y... ¡ach! Elena Powell, la estúpida eres tú, volviste a caer." - pensé, mientras subía por el ascensor, hasta mi habitación, enfadada conmigo misma.

En un momento el ascensor se detuvo, varias plantas por debajo de la mía, mientras iba subiendo, tras abrir las puertas la primera persona que vi fue a Dakota.

Al principio pensé que no era mi día de suerte, así que traté de ignorarla, es espera de una de sus pullas. Pero, por el contrario, algo me dijo que esto era raro, lo primero era que ni me miró, aunque estábamos las dos solas en el ascensor, pareciera que ni sabía que estaba allí. Su mirada estaba como perdida, y miraba agachando la cabeza, sin querer levantar sus ojos, como escondiéndose. También se abrazaba así misma, una actitud muy defensiva. Otra cosa que me llamó la tensión era su ropa no era la típica que la Adoradora llevara, su ropa era mucho más recatada, consistía en un pantalón ancho estilo chino y una blusa que le cubrir los brazos y el cuello.

Miss "Enseño todo lo que tengo que ofrecer sin ser descarada", parecía una monja. Pero lo verdaderamente me hizo actuar, fue su reacción cuando llegamos a la planta donde estaba mi suite, justo en ese momento, se abrieron la puertas, y Brandon con la cara empapada en sudor junto a dos de sus hombres, me esperaban por fuera del ascensor. Me imaginé que con el enfado no me di cuenta de que me subía la ascensor, sin esperar a mis escoltas y los pobres tuvieron que subir por la escalera de emergencia corriendo trece plantas.

Iba disculparme, cuando la reacción de Dakota me sorprendió. Ya que, al ver a mis escoltas, vestidos de traje chaqueta de negro riguroso, delante de ella, comenzó a respirar fuertemente, alejándose hacia la pared de trasera del ascensor, hasta esconderse detrás de mí, agarrándome de brazo, la sentí temblara, y gemir diciendo.

- "No...no por favor...no"- Brandon si saber que pasaba, y ante el temor que mi hiciera algo, por la forma que se había agarrado a mi brazo con fuerza, tratando de ocultarse a mi espalda, intentó entrar en el ascensor, ante esta acción, un grito animal salió de los labios de Dakota, que termino desmayándose prácticamente en mis brazos.

- "Llévenla a mi habitación enseguida y llamen a un médico de urgencia"- le dije mientras ellos la levantaban en brazos.

Ya en mi habitación la depositaron en mi cama. Le indique que salieran, y comencé a abrirle el cuello de la camisa, me imaginé que esa camisa tan cerrada no la ayudaría respirar, un gemido de incredulidad salió de mis labios cuando vi unos hematomas enormes en su cuello, no había que ser un experto forense para no darse cuenta de que eran marcas de una mano, que había rodeado su cuello.

Matrimonio Concertado con el CEO. El playboy domesticado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora