—¡Tienes que conocer a Viktor! Es un amor conmigo... —musitó embelesada.
Indira se hallaba muy feliz y cómoda en una de sus cortas pijamas, desparramada sobre la cama de su habitación, usando la laptop del rubio en una video llamada con su hermana mayor.
—¿Ya por fin son novios? —preguntó Irene, que a diferencia de su hermana, estaba recostada de la cabecera de su cama.
—¡No! Y la verdad, no sé qué le diría si me lo pregunta... Me gusta mucho y es un caballero conmigo...
—¿Pero...?
—No hay peros —aclaró la rubia menor—. Con él todo es perfecto. Mira, hace casi un mes fuimos a un parque de diversiones, no se compara al de allá, pero estuvo muy divertido. Ese sábado me quedé en su casa...
—¡Wuju! —ovacionó la hermana y la rubia se coloró al instante.
—¡Deja! —chilló sonrosada e hizo un gesto con la mano alzada, como si quisiera pegarle en un brazo a su acompañante virtual.
—¿Y qué tal? ¿Lo tiene grande, verdad? —curioseó la hermana y soltó carcajadas infantiles.
La muchacha sintió que se le iba a quedar la cara roja para siempre de tanta vergüenza que le dio al escuchar aquella pregunta tan imprudente, y se le escapó una risa nerviosa que acalló con ambas manos.
—¡Ay, Indira!
—¿Cómo me vas a preguntar esas cosas?
—Ay, hazte la santa ahora, la monja. La que nunca vio un pene, pues —burló la hermana, y la rubia le hizo un mal gesto, aunque fue fingido.
—No, pero no voy a decirte eso.
—Uh hum... ¿Y te estás cuidando?
—Sí, ya volví a tomar las pastillas... Lo que sí te puedo decir, aunque no debería... —comentó muy pícara y presumida, y se mordió el labio inferior—. Es que tiene un cuerpazo, que te mueres. Me manda unas fotos que... bueno, son solo para mí —contó muy orgullosa.
Adoraba el esculpido cuerpo de su profesor, su trabajada espalda, sus contrastantes tatuajes. ¡Todo! Imaginarlo le arremolinaba la excitación en su vientre. Y cuando se veía en fotos rodeada por sus brazos, y su nívea piel contrastando con el ligero bronceado aterciopelado de Viktor, se emocionaba y debía ver todas las fotos que tenían con y sin ropa. Parecían arte.
La hermana de la rubia se quedó boquiabierta y la menor hasta pensó que la imagen se había congelado o que el Internet había perdido conexión.
—Pero mírala, ya se mandan nudes... —retomó Irene.
—Bueno, ya hablé de más. Y si vieras su apartamento, tiene un balconcito con una vista preciosísima de la ciudad y como si no fuese suficiente, una hamaca. Y tiene un perro que es un amor como él. Es un Golden y se llama Brioche.
—Es un pan.
—Yo dije lo mismo. —Rió agraciada y continuó—: Que el perro de cachorro era una bolita con patas y le gustó ese nombre.
—Qué tonto y tierno. Pero Indira, ustedes tienen una relación, aunque no lo hayan formalizado, y tú tienes que tener cuidado, porque él es tu profesor y si algún estudiante lo sabe, los puede delatar. Y te pueden quitar la beca.
Fue inevitable que el agobio abordara la mente de Indira, estaba consciente de los riesgos que conllevaba mantener una relación con Viktor, y en parte, aquella justificada excusa de la beca era para ella suficiente motivo para no querer darle un nombre más apropiado a su aventura con el guapo profesor.
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Dos Corazones
RandomIndira nunca creyó que su vida se vería dividida entre dos corazones. El primero: un caballero, el novio de ensueños que te llevaría al cielo si tan solo se lo insinúas; y el segundo: un rebelde pasional que no teme voltearle el mundo a la chica de...