19-Palabra

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Días antes de...

—Ire, lo extraño mucho.

La rojez de sus ojos delataba las horas de llanto. Su nariz se veía irritada y algo hinchada, pero su hermana no la podía ver porque hablaban por una llamada telefónica.

—Lo mejor es que estén separados, o sea ahorita dentro de nada terminas el semestre y no lo vas a ver más, sino hasta en mes y pico, y cuando suceda ya se te habrá olvidado toda esta locura.

¿Pero qué tonterías decía Irene? La blonda no pudo aceptar ese consejo en su mente. ¡No estaba bien! Ella quería a Viktor por todos los buenos momentos que habían compartido y que podían seguir creando. Y que él estuviese atravesando una complicada situación no lo veía como suficiente motivo para que ellos se alejaran; y que las desgracias no eran eternas y él pronto terminaría con la amarga unión que lo afligía.

—¡No! Él me quiere y yo lo quiero. Ya no hay nada que nos pueda separar.

—Ay, Indira por Dios... ¿Y Eduardo?

—Eduardo salió de mi vida cuando me dijo todas esas mentiras —explicó con algo de molestia—. Viktor no es la mala persona que él me quería hacer creer.

—Pero tampoco era tan sincero como se mostraba, mira que todo eso del seguro y la muchacha esa está bien jodidito.

—Pero cuando tramite el divorcio será cosa del pasado —aseguró.

—¿Tú de verdad le crees?

—¡Claro que sí! Pasé fines de semanas con Viktor y éramos Brioche, él y yo. Y él todos los días estaba en la universidad desde temprano hasta las seis de la tarde. Y luego conmigo hasta pasadas las ocho. Él solo me tenía a mí.

—Bueno, sí tú lo dices... —dijo la hermana, no sonó muy convencida.

La rubia se sorbió la nariz y apretó los párpados, a sabiendas que su hermana no confiaba mucho en él. Habló un rato más con Irene y a los minutos finalizó la llamada. Tal vez no contaba con el apoyo de su hermana, pero en su pecho ardía una llamarada de disposición para volver con Viktor.

Un sábado, ella tomó la decisión de reunirse con el muchacho, y para su sorpresa, él aceptó. Lo citó a uno de los centros comerciales que visitaron juntos y llegó minutos antes de la hora acordada. Se había puesto un vestido, ya sabía que le quedaban bien, y sandalias. Solía usar tenis casi siempre, pero las sandalias le dieron seguridad esa tarde y le resaltaba su feminidad.

Con su celular en la mano, le avisó que esperaba en la entrada principal del centro comercial. Giraba cada tanto, porque no sabía por dónde podía llegar el ojizarco. Observaba hacia la entrada, y luego hacia las escaleras de los pisos inferiores... Cuando juntos visitaron ese centro comercial, habían ingresado por una entrada diferente, pues llegaron en el carro de él, pero esa tarde no tenía mucha idea de dónde estaba parada, así que la ansiedad se la estaba devorando segundo a segundo.

Miró su celular una vez más y un mensaje de Viktor la premió.

—Estoy en el estacionamiento, ya voy.

Le invadió el calor y sintió que le sudaba hasta el ombligo. Aguardó unos minutos más, tratando de mantener su respiración sosegada y sus ideas organizadas, y como si tuviese un imán en sus ojos, volteó hacia un lado y se encontró a Viktor acercándose, quien la detalló de arriba abajo y se le elevaron las comisuras.

La rubia también se aproximó a él y sin pensarlo, se le lanzó al cuello con los brazos abiertos. Él la rodeó con ambos brazos y la cargó, y ella sintió su nariz aspirándole el aroma de su cabello. La bajó y la muchacha se disolvió en su vehemencia y no resistió tenerlo tan cerca y no probar sus labios. Con desespero le acunó las mejillas y lo besó.

Dos CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora