XII

238 21 13
                                    


Tras un impasse, Izuku saltó de la cama, agarró el costurero y entró bruscamente en el vestidor.



—No puedo creer que me pidas eso.


Katsuki lo siguió y apoyó un hombro en la jamba de la puerta. Se había puesto unos pantalones negros de seda. Le brillaban los ojos rojizos.


—Salta a la vista que me curaste con tu sangre. Por eso estabas tan impaciente por destruirla. Tu sangre dice algo importante de ti. No puedes dejar ningún resto atrás.


Izuku captó la relajada figura y apartó la vista con determinación. Sí, no había palabras para definir su atractivo.


Pero también era absolutamente insufrible y no tenía un gramo de vergüenza a su nombre.


—Supongo que cuando prometiste no preguntarme al respecto, querías decir que no preguntarías si no te apetecía —dijo Izuku con dureza. Metió el costurero en un cajón y pasó por su lado rozándolo.


—Por supuesto. —Él se volvió y lo siguió—. Aprendí eso de alguien a quien conoces. Ya sabes, alguien que prometió no discutir si no quería hacerlo —dijo levantando las cejas—. A ver, ¿quién podría ser?


Izuku se le acercó furioso y le levantó un dedo frente a la nariz.


—Aquello era diferente.


—¿Y eso?


—Nos encontrábamos en una situación delicada. A veces me reservo el derecho a saber mejor que tú lo que hay que hacer. Así que discutiré contigo siempre que tenga ganas de discutir, grandulón.


A Katsuki se le quedó la boca plana. Cruzó los brazos. Estaba claro que el dedo y la actitud de Izuku no le habían impresionado.


—¿Como en el coche con los goblins mirando?


Izuku frunció el ceño.


—Fue un error, ya lo he reconocido y he pedido disculpas. También quiero aclarar que si hubiera sido un buen chico y hubiera obedecido todas las órdenes que dabas sin parar, seguramente seguiría en mi celda. Mi iniciativa te salvó el pellejo.


—Yo también he reconocido eso —dijo Katsuki con los ojos entrecerrados. Acercó su nariz a la de Izuku—. Estás desviándote del tema. No quieres hablar realmente de esto, ¿verdad?


Izuku retrocedió y abrió los ojos de par en par.


—¿Qué parte de «no preguntar al respecto» te ha dado esa idea?


Katsuki siguió al acecho, moviendo el cuerpo con elegancia liquida.


—Veamos, ¿qué sabemos? No se te resiste ninguna cerradura, eres herbívoro, tienes que llevar un hechizo apagador para parecer humano y los elfos veneraban a tu madre.


—Basta —susurró Izuku. Daba la sensación de que él estaba despellejándolo vivo, dejándolo todo al descubierto. En aquella mirada de depredador no había piedad.


—Mira, noté el Poder de tu sangre cuando te limpié en el coche. Después, en la llanura, cuando me tocaste con la mano, pensé que ibas a tirarme al suelo. Sin embargo, no estabas seguro de que pudiera funcionar. Es porque eres mestizo, ¿no? Todas estas facultades proceden de tu sangre wyrkind. Te las transmitió tu madre.


Izuku apartó la vista y miró la habitación. Parecía mucho más pequeña que antes. Se dirigió a las cristaleras, las abrió y se precipitó al exterior, desesperado por intentar respirar aire fresco.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora