XV

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El ataque se produjo sin previo aviso, tal como había dicho Kirishima.



Izuku estaba enfrascado en los movimientos ofensivos y defensivos en su combate con Kirishima, la mente acelerada en busca de una estrategia contra las intenciones del otro. Lo tenía encima. Mal asunto. Eso significaba que era más probable que lo inmovilizara. Debía salirse de debajo rápidamente, o entre él y Yamada lo machacarían.



De pronto, el peso de Kirishima desapareció.


Desequilibrado, se cayó de espaldas. Izuku jadeaba en busca de aire mientras intentaba entender qué estaba pasando.



Yamada estaba tirado contra una pared. Escupía sangre, boca abajo, aplastando una rodilla con el cuerpo.


Aizawa empujaba a la gente hacia la puerta.



—Fuera. Todo el mundo fuera.



Kaminari se puso de rodillas, deslizó un brazo alrededor de Izuku y lo ayudó a incorporarse. Estaba pálido.



—¿Todo bien, pastelito?



—¿Qué ha pasado? —preguntó Izuku.



Él no prestaba atención. Izuku le siguió la dirección de la mirada.



Katsuki tenía a Kirishima inmovilizado contra la pared con una mano en el cuello. Ante el agarrón del macho más grande, Kirishima se mantenía inmóvil, los brazos laxos y las manos abiertas. Tenía la mirada alerta fija en Katsuki mientras se le oscurecía el rostro.



Yamada se puso a cuatro patas y tosió.


—Lo está matando.



Izuku se puso en pie a duras penas, evitó el intento de Kaminari de agarrarlo y dio un salto adelante.



En Katsuki no había nada racional. Por sus ojos miraba el dragón. Había cambiado algo de forma. Las líneas del cuerpo y la cara eran monstruosas, todo fatal. Las garras se hundían en la garganta de Kirishima. Goteaba la sangre por los pinchazos.


Izuku no se paró, no pensó. Se acercó despacio a Katsuki y le tocó el hombro para anunciarle su presencia. Le acarició el brazo mientras pasaba por debajo, introduciendo su cuerpo entre los dos hombres. Puso las manos en esa cara terrible y extraña y le tocó las mejillas.


Su Poder era un infierno. Izuku intentó algo que no había hecho nunca: rozó su energía más suave y fría con la de él.



—Eh, oye —dijo. Dulce, tranquilizador. Inspiró hondo de forma lenta y controlada—. Katsuki, mírame, por favor. Ayer se me olvidó contarte mi última parte del día. Envié a mi compradora personal a alimentar Japón. Al país completo claro, no solo a la ciudad de Tokio. Así que pronto recibirás una buena factura de comestibles. Lo lamento... aunque, bueno, en realidad no.


El dragón parpadeó. Lo miró. Izuku no había visto jamás nada tan espléndido.


Izuku le sonrió y le alisó el cenizo cabello mientras seguía con las caricias.


—Ahora que lo pienso, me parece que vas a recibir un montón de facturas como esa. No creo que Camie sea capaz de conseguir tanta comida solo de un proveedor. Camie es la compradora. Es una visón–wyr. Y mi nueva bata de cada es preciosa. De satén negro, muy suave y elegante. Esta mañana me la he puesto y he pensado en ti mientras me duchaba. —Le puso una mano en los rígidos músculos del brazo al tiempo que se inclinaba sobre su pecho—. Bájate de la cornisa. Suelta a tu amigo. Le aprecias. Pronto recordarás esto y te sabrá mal haberle hecho daño. Además, quiero que me des un beso, así te doy las gracias como es debido por la bata de cama... y por la pócima que me has dejado esta mañana en la almohada. Ha sido muy amable de tu parte.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora