XVI

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Izuku clavó la mirada en el grifo.



—¿Qué quieres decir?



—Está haciendo recortes. Ha decidido vender algunos negocios, y planea reducir muchísimo el tamaño de su tesoro y trasladarlo, o a lo mejor, mie**a, no sé, quizá se lo quite todo de encima. Dice que quiere deshacerse de «parásitos e interferencias». —Kaminari se rascó la frente—. Supongo que el infierno también tiene un día frío de vez en cuando. No parece estar muy bien de la cabeza, ¿verdad?



Los ojos de Izuku relucían húmedos. Alarmado, Kaminari hizo el gesto de darle palmaditas en la mano, pero pareció reconsiderarlo.



—Sé que no es un tipo romántico —dijo—. En fin, lo de que yo haya tenido que dar el regalo y todo eso. Es una torpeza, hasta yo lo veo. Pero creo que lo está intentando. Incluso hay flores bonitas en la mesa y... mie**a.


Cuando Izuku lo miró, se le fue apagando la voz. Kaminari le ofreció otra vez la botella. El estómago dio a Izuku otra sacudida inexplicable. Meneó la cabeza. Dobló la servilleta y susurró:


—Necesito un amigo con quien hablar.


La voz del brusco grifo se tornó dulce.


—¿Y qué soy yo, un monigote? Esta tarde me has dado una paliza. A mi modo de ver, eso prácticamente nos convierte en colegas.


Izuku cogió de nuevo el colgante y lo giró para que refulgiera a la luz.


—No te he pegado ninguna paliza.


—Si tuvieras una pizca de maldad en las venas, lo habrías podido hacer —le dijo Kaminari—. Ahora Kirishima está dando un recorrido por la ciudad en busca de un experto en Kung Fu para que nos entrene. Vamos a aprender todos a afrontar el flujo o lo que coño dijiste que hacías. ¿Crees que vamos a vernos tan bonitos como tu cuando lo hacías?


—Ni de coña —dijo Izuku sonriendo mientras lo miraba de reojo.


Sus firmes ojos grises le devolvieron la mirada.


—Eso mismo que le dije yo. Yamada, piensa que nos veremos de la madre, pero luego va y se pasa una hora cada mañana arreglándose el pelo. Te digo una cosa: eso de productos capilares para hombres no está bien.


Izuku soltó una risita. Se hizo entre ellos un silencio cordial. El jugueteaba con el colgante mientras Kaminari permanecía despatarrado en la silla bebiendo whisky.


—Bien —dijo por fin el grifo—, cuéntale a tío Denki. ¿Katsuki ha herido tus sentimientos o algo?


—Wow, eso sería simple —contestó Izuku—. He estado ahí, he hecho esto, volveré a hacerlo pronto; o algo así. Ha dicho que a lo mejor se apareaba conmigo.


—Ah, eso —dijo Kaminari.



—Sí, eso. —Las palabras empezaron a brotar de Izuku atropelladas—. Nos conocemos desde hace apenas unos días, y él se ha apoderado de mi vida. Exige que confíe en él, afirma que soy suyo como si fuera una propiedad. Ni siquiera sabe quién soy, y eso está volviéndolo loco.



—Bueno, ninguno de nosotros lo sabe, pastelito. Eres como un enigma, y no estás demasiado dispuesto a hablar del asunto. —Kaminari tomó un trago.


—Tengo mis razones. —Izuku se estremeció—. Y soy mestizo. Si no puedo hacer un cambio completo, eso lo matará.


—Así que tras hablar los dos de eso, él se ha ido —dijo Kaminari—. No parece muy correcto.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora