XVIII

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Le retumbó en la cabeza una voz que sonaba extremadamente diabólica. Lo llamó por su Nombre.


—Utiliza tu Poder, maldita sea. Siento que estás ahí. Inténtalo con fuerza—, exigía la imperiosa voz. —DESPIERTA DE UNA PUT* VEZ —.


Alrededor todo daba vueltas. Apestaba a gasolina y gases de tubo de escape. Izuku yacía en algo duro que vibraba, la mejilla apretada contra una alfombra rugosa. Se sentía mareado, enfermo. Jadeaba.



Alguien emitía un débil gemido. Oh, era él. —Cállate, idiota —.


Intentó hacer lo que le exigía la voz y buscó en lo más hondo. Su profesor habría dicho que estaba buscando su chi, su flujo de energía, la sede de la respiración.



Durante unos instantes terribles estuvo desorientado y sin timón en la oscuridad. De pronto se conectó. El poder fluyó desde la base de la columna vertebral y le inundó el cuerpo. No disipó todos los efectos de la droga, pero contribuyó a despejarle un poco la cabeza.


Amordazado y con las manos atadas a la espalda, estaba metido en el maletero de un coche lanzado a gran velocidad. Desfalleció. Llovía sobre mojado.


—Respóndeme ahora —, ordenó Katsuki.


—Vaya semanita —, alcanzó a articular Izuku. Su voz mental era apenas perceptible, pero él la oyó.


—Ese es mi chico —. El trueno había sido sustituido por un alivio desesperado. —Háblame. ¿Estás herido? —


—No, alguna droga —. Izuku forcejeó para encontrar palabras que tuvieran sentido. —Atado. En el maletero de un coche. Vamos deprisa—.



—Muy bien. Tranquilízate—, dijo Katsuki.



—Yamada y Yaoyorozu —. Izuku trató de pronunciar sus nombres con tono de pregunta.


—Los hemos encontrado fuera de la clínica. Drogados también. Están bien, recuperándose —. Katsuki volvía a sonar sereno. —Por fin hemos dado con alguien capaz de elaborar un hechizo de localización. Enseguida podré seguirte. ¿Cómo estás atado? ¿Puedes desatarte? —


Volvían las náuseas. Izuku aguantó con fuerza. No iba a vomitar con la boca amordazada. Se inclinó hacia atrás para tocarse las piernas con unas manos que le picaban y empezaban a entumecérsele.


—Son esas esposas de plástico. Sin candado. No puedo quitármelas —.


—Muy bien—, volvió a decir Katsuki. —No te preocupes por eso —.


Izuku tenía cosas importantes que decirle. Volvamos sobre el asunto: ¿qué eran ellos dos? ¿Durante cuánto tiempo sería capaz Katsuki de hablar con él? Kaminari había dicho algo de que su radio telepático era superior a los ciento cincuenta kilómetros. Izuku no tenía ni idea de cuánto tiempo había estado inconsciente ni de la distancia que los separaba.



—Por si perdemos el contacto, debo decirte unas cosas —, dijo Izuku.


—No vamos a perder el contacto —, soltó él. —Así de claro. Tengo un hechizo de localización en tu trenza. Voy bien —.


Izuku siguió con su respiración profunda y regular. Al parecer eso contribuía a calmarle el estómago, pese a que los humos del tubo de escape le daban arcadas. Intentó pensar. ¿Eso que notaba a lo lejos era tierra mágica?


—¿Surtirá efecto el hechizo de localización si cruzamos a Otra tierra? —


—No dejaré que llegues tan lejos —, dijo Katsuki.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora