XX

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Cuando volvió a despertarse de verdad, Izuku se hallaba en su cama de la Torre Cuelebre. Contempló el techo durante un rato sin reparar en el tiempo transcurrido mientras iba cambiando la luz. Estaba todo tranquilo. Se sentía cómodo, limpio y seco, y no le dolía nada.


Katsuki yacía a su lado, con un brazo alrededor de él. Izuku le miró el rostro dormido y advirtió algo nuevo. Parecía agotado, fatigado, como si dentro de él algo se hubiera vuelto insoportable. Izuku frunció el ceño. ¿Había resultado herido en la batalla?


Izuku intentó levantar el brazo derecho para acariciarle la cara, pero no pudo. Tiró del brazo y, de repente, Katsuki se incorporó y se apoyó en un codo. Le puso la mano en el brazo.


—No hagas eso, cariño.


—Tengo la mano atrapada en algo —masculló. Luego lo miró con ansiedad adormilada—. ¿Qué pasa? Pareces triste. ¿Estás herido?


Katsuki le sonrió, encendidos los dorados ojos, y se le esfumó el agobio en el semblante.


—Solo tengo herido el corazón.


—¡Alguien te disparó al corazón! —Izuku intentó alzar la mano bruscamente.


—Izuku, amor mío, calma. Mírate el brazo. —Izuku siguió la dirección del dedo—. Tienes un gotero intravenoso. Mientras dormías intentabas quitártelo, así que hemos tenido que sujetarte la mano. No queremos que te hagas daño.


—Oh. —Se sintió como un idiota y se calmó. Volvió a mirarle—. ¡Alguien te disparó en el corazón!


—Sí. —Katsuki le dio un beso en la nariz—. Hablando en términos metafóricos, fuiste tú. —Ahora lo besó en la boca, con unos labios acariciadores infinitamente tiernos—. Te estabas muriendo, diablillo. Se te paró el corazón y tus pulmones dejaron de funcionar. Tuve que hacerme cargo del asunto. Luego nuestro hijo decidió echar una mano y casi se quema en el intento. Casi me muero de miedo.



Katsuki cerró los ojos y lo acarició con la nariz. Izuku lo aspiró, frotó su mejilla contra la de él y dejó que su presencia aliviase los dentados bordes interiores.


—Lo siento —susurró Izuku, que por la comisura del ojo derramó una lágrima que le mojó el pelo. Y luego otra—. Siento mucho todo lo ocurrido.


—Basta. —Katsuki le cogió la cara con las manos y le enjugó las lágrimas—. No es culpa tuya. Hice volver a tu doctora desde Seúl y hablamos un poco. Primero me enteré de todo lo que representa el embarazo en un macho y de lo peligroso que puede llegar hacer tanto para ti como para el niño si no haces continuos chequeos. No me extraña que te entrase el pánico y que me culparas de haberte provocado el embarazo.



—Tenía que haberlo pensado mejor.


—Hiciste lo lógico. Llevamos juntos apenas una semana, y no en las mejores circunstancias. Pero está claro que no quería dejarte preñado. Me has dado la sorpresa de mi vida. —La cara y la voz delataban su tribulación. Le acarició el pelo—. No tenía ni idea de que mi control había empeorado hasta este extremo.


Izuku le clavó la mirada mientras deslizaba la mano libre hasta cubrirse el vientre en un gesto protector que cada vez iba volviéndose más habitual. Al parecer, algo vacilante y frágil en su expresión llamó la atención de Katsuki, que contrajo las oscuras cuchillas de las cejas y cubrió la mano de Izuku con la suya, entrelazando sus dedos con los de él.



—El embarazo es una absoluta conmoción —le dijo Katsuki—. Conecté con nuestro hijo cuando él te curó... es una de las cosas más hermosas que he visto jamás. Me faltan palabras para describir mi reacción. No había sentido nunca nada igual.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora