XVII

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Antes de que su forma humana titilara y desapareciera, Izuku pareció por un momento profundamente conmocionado. Ocupó su sitio una criatura exquisita que resplandecía con una luminiscencia nacarada. Tenía el tamaño de un poni shetland, si bien era tan distinto de un poni como un galgo de un San Bernardo. El pequeño cuerpo era brioso y esbelto. Las largas y delgadas patas estaban rematadas con primorosas pezuñas. Tenía un elegante cuello arqueado y una delicada cabeza equina con un cuerno pulcro y afilado.



—Diablos —susurró Katsuki. Le había pasado esa posibilidad por la cabeza debido a varias pistas, pero no la había tomado realmente en serio. En toda su vida, jamás había visto un unicornio. Durante siglos había oído que aquellas extrañas criaturas se habían extinguido debido a la caza, pero siempre había tendido a considerarlas solo un mito.



Un cuerno de unicornio podía eliminar cualquier veneno. Izuku podía curar con su sangre. Solo podía ser capturado haciendo trampa. Ninguna jaula podía recluirlo. Su vida sacrificada podía conferir la inmortalidad.


No era de extrañar que su madre solo le hubiera enseñado a correr y esconderse.


Sus grandes ojos verde oscuro eran los de Izuku. Estaban muy abiertos, inquietos.


Depredadores. Se veía rodeado de depredadores. Se encabritó y dio media vuelta, buscando el modo de escapar.


El hombre alto y de piel nívea empezó a cantarle suavemente. Izuku dio una patada en el suelo y bajó el cuerno ante él.


—Shhh, cariño, estás a salvo. Tranquilo. Estás a salvo.


Él dio un paso hacia Izuku, que retrocedió, tropezó y miró hacia abajo confuso. Tenía muchas patas. Volvió la cabeza. Y una cola.


En el borde del claro, los grandes depredadores se acercaban con sigilo y los ojos muy abiertos. El hombre les soltó un gruñido, y se quedaron paralizados y también se convirtieron en hombres. Izuku galopó describiendo un círculo y emitió un sonido de angustia.


Entonces el hombre susurró el Nombre de él, que se detuvo tras un patinazo y lo miró.


—Recuerda quién eres. —Él pronunciaba las palabras bajito, pero con Poder.


Izuku meneó la cabeza y resopló. Levantó una pata y miró la pezuña.


Eh.
Había cambiado. Era wyr.


Katsuki se puso de rodillas. En él, todo estaba en un estado suspendido de aprensión. Después de todo lo que habían pasado, después de que Izuku hubiera dado ese paso radical y le hubiera confiado el Nombre, parecía de nuevo al borde del pánico solo con estar cerca de él. Era el lado wyr. Tenía que ser eso. El animal había asumido demasiado control.


—Vamos, cariño, ven —dijo él con tono persuasivo, y separó las manos vacías de los costados—. No hay nada que temer. Nos recuerdas a todos. Te caemos bien. Dios, eres el ser más hermoso que he visto en mi vida.


Izuku arqueó el cuello y lo miró de soslayo. ¿Era conciencia lo que se apreciaba en sus ojos? ¿Entendía lo que él estaba diciéndole?


—Dame una señal, cielo. —Poco a poco, con calma. Ahora, al replicar Izuku, Katsuki tuvo una ligerísima pista de lo que experimentaba él.


» Demuéstrame que estás aquí.


Izuku miró hacia el terreno abierto iluminado por la luna y luego a él otra vez. Una carrera estaría bien. Pero ahí estaba Katsuki, con el rostro iluminado. Era como si fuera su cumpleaños, Navidad y Año Nuevo todo junto.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora