XIV

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Izuku y Uraraka se despidieron de Katsuki y abandonaron el despacho. En el pasillo, Kaminari y Kirishima estaban hablando con Toga. Uraraka no hizo caso del trío al pasar por su lado. Toga la fulminó con la mirada. La hermosa mujer sonriente que Izuku había vislumbrado fugazmente había sido de nuevo reemplazado por la asesina esculpido a golpes de hacha. Izuku se ajustó al paso más corto del hada y mantuvo una expresión escrupulosamente neutra.


Uraraka lo llevó a Uravity, el restaurante de la planta baja.


—Es de una zorra–wyr, Nejire —explicó la hada mientras cruzaban el abarrotado vestíbulo—. Nejire es una bruja un poco esnob, pero sabe de comida.


—He oído hablar del restaurante —dijo Izuku, que veía a Kirishima y Kaminari a pocos metros, barriendo continuamente la multitud con los ojos—. Ha tenido buenas reseñas.


—Eres vegetariano, ¿verdad? —Uraraka abrió la puerta del restaurante—. En el menú hay montones de animales y peces muertos, desde luego, pero también buenas ensaladas y platos de tofu. Pero lo mejor de todo es un Piesporter de 2004 que me vuelve loca. ¿Te gusta el vino blanco?


—Absolutamente.


—Eres de los míos. —Uraraka se volvió cuando la camarera, una joven gata–wyr delgada con ojos rasgados, se acercaba con los menús y una sonrisa—. Hola, Tomoko. Nos hemos retrasado, disculpa.


—No pasa nada, Uraraka —dijo la anfitriona.


La decoración del restaurante era sencilla y de líneas elegantes, con madera oscura, manteles de hilo blanco y flores naturales. Estaban todas las mesas llenas y, aunque una o dos personas saludaron a Uraraka, la mayoría de los clientes no les prestaron atención. El ruido de las conversaciones y la cubertería los acompañó mientras la gata–wyr los conducía a una pequeña estancia privada de la parte de atrás, que, según explicó Uraraka, estaba casi siempre reservada para ejecutivos de Bakugo Cuelebre.


En la vacía sala había tres mesas. Tras dejar que Izuku pasara delante, Uraraka se detuvo en el umbral y se dirigió a Tomoko.


—Queremos dos de tofu salteado, una botella de Piesporter, y que no entre ningún grandote. —Esto iba por los dos grifos que les pisaban los talones. Tomoko asintió con una sonrisa y se escabulló.


—Oh, vamos, Uraraka —dijo Kaminari.


—No —dijo el hada—. Sabes cómo es la sala. Sabes que se entra y se sale solo por un sitio. Y sabes que está conmigo. Esto es lo que hay.


Uraraka les cerró la puerta en las narices. Izuku se echó a reír.


—Ahí fuera no hay donde sentarse.


—Lo sé. Aún estoy enfadada con ellos. Además, estas paredes están insonorizadas. A ver, audición wyr supersensible, secretos comerciales, almuerzos de negocios de carácter confidencial y todo eso. —Uraraka sonrió con gesto pícaro—. Y tú y yo tenemos que hablar de cosas importantes.


Izuku no se engañaba con respecto a lo que había presenciado. La confianza en sí mismo y la audacia de la hada con los centinelas wyr se basaban en doscientos años de convivencia con ellos. Se trataba de hombres peligrosos, poderosos, e Izuku debería lidiar con ellos. Con todo, era alentador ver que tenían un lado amable.


La comida no tardó mucho. El camarero dejó la puerta abierta mientras los servía. Justo enfrente, Kirishima estaba apoyado en una mampara. Se relamía los dientes y los observó con los ojos entrecerrados hasta que el camarero salió y cerró a su espalda.

Dragon Bound [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora