Capítulo 2 ··· Desconocido

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Aparqué el coche justo en el callejón que quedaba detrás de su casa. Me conocía demasiado bien estás calles. En cambio, estás calles no me conocen tan bien a mí.

Llevaba ya bastante tiempo detrás de esta chica, la típica chica que podía parecer un encanto a ojos de los demás, pero la típica chica que es una escoria en realidad, perteneciente a la familia De Luca. Y solo eso es motivo para ser escoria. La familia De Luca es la familia con más prestigio de toda Italia, la cual es envidiada por todos, admirada por todos y observada por todos. Pero sobre todo, odiada por mí, y por familia.

Giovanni De Luca. El rey de esta familia y el rey de la supuesta cadena de farmacias más grande de toda Italia. La realidad de esta familia es otra completamente diferente a la que muestran a los demás: ocultan muchos secretos, mentiras y falsas cordialidades. Son amables con todos los demás, pero unos hijos de puta en realidad, capaces de pisotear a quien sea con tal de que ellos queden por encima de los demás.

Bianca es el punto débil de Giovanni; así que atacándola a ella, lo atacas a él. Por eso estamos aquí ahora. Paré el coche, que aún seguía encendido, saqué la llave para guardarla en el bolsillo de la sudadera y saqué un cigarro del paquete que tenía apoyado en la guantera del coche. Me apeé y apoyé la espalda en la carrocería del coche, justo en la puerta del conductor.

También podemos hablar de Carlo De Luca, otro de los integrantes de esta maravillosa familia, hermano de Bianca e hijo de Giovanni.

Apagué el cigarro en el techo del pequeño coche, lo tiré al suelo y me dirigí al capó. Lo abrí e introduje los brazos para sacar las tres piedras que tenía ahí guardadas. Metí las piedras en los bolsillos de mi pantalón de chándal como pude y acto seguido me encaminé hacia la ventana más cercana de la casa de Bianca, la ventana del cuarto de baño.

La luz estaba encendida; así que ella estaba ahí. La vi llegar hace unos veinte minutos con esa amiga tan patética que tiene, Alessia creo que se llamaba.

Saqué la piedra más pequeña del bolsillo trasero del pantalón y la lancé con fuerzas. El crujido de los cristales retumbó por todo el vecindario y pedazos de cristales cayeron en la acera de la calle. Me escondí detrás del coche y me aseguré de que no se me viera ninguna parte del cuerpo, ya que si ella era tan valiente de asomarse a la ventana, podría verme.

Estuve algunos minutos agachado y cuando vi que la luz del cuarto de baño se apagó, me puse de pie y le di la vuelta a todo el edificio, para dirigirme a otra parte de la casa. Ahora era el turno de la cocina, en este caso la luz estaba apagada, pero me daba igual.

Me puse la capucha ya que el lugar donde estaba ahora era más complicado para esconderme sin que me viera y lancé la piedra con fuerzas repitiendo el proceso.

El sonido de los cristales haciéndose añicos volvió a resonar por todo el vecindario y me escondí tras el primer coche que vi, agachándome de nuevo y ocultando mi cuerpo y mi rostro lo mejor que podía. Ahora era más fácil que me viese, ya que la luz tenue de las farolas estaba presente. Deberíamos de solucionar eso.

Cuando las sombras se fueron de la ventana de la cocina, era señal de que Bianca y Alessia ya no estaban ahí asomadas, intentando averiguar quién estaba provocando todo eso.

Me agaché y de cuclillas me moví por detrás de los coches, como si fuese una serpiente sigilosa que no quería ser descubierta. Una vez que tenía los contadores de luz de todas las farolas exteriores del vecindario delante, abrí la tapa y arranqué todos los cables que tenía delante, haciendo que todas las luces de las calles de los alrededores se apagaran, quedando todo en absoluta oscuridad. Ahora podría ser menos cuidadoso, no me pillarán si no consiguen verme.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora