Capítulo 10 ··· L

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Deambulaba sin rumbo por las carreteras de las afueras de Florencia. Sabía que me estaba alejando de casa, pero lo necesitaba, necesitaba tener claros cada uno de los pensamientos que cruzaban por mi mente a la velocidad de la luz. ¿Por qué me había sincerado de esa manera con Bianca? ¿Por qué me había puesto a llorar de la nada en el restaurante luego de que ella se fuese? Supongo que en algún momento no podemos aguantar más todos los pensamientos que tenemos ahogados dentro de cada uno de nosotros, y dichos pensamientos salen a flote en situaciones inadecuadas.

La verdad es que ni yo sé qué es lo que me pasa últimamente, siempre he sido una persona muy fuerte que no deja que nada ni nadie le afecte. Siempre me he tenido a mí y estoy completamente seguro de que no necesito a nadie más, o eso creía. Desde que los acercamientos entre ella y yo han sido cada vez más cercanos la necesito más y más. Pero a la vez, cuando está cerca quiero que se aleje porque me siento vulnerable cuando ella está próxima a mí.

Tampoco sé cuando tiempo llevo andando solo por estas zonas, tan sólo veo árboles y las luces de la ciudad a lo lejos. Estoy perdido, eso está claro. Llamaría a Carlo o a un Uber para que vengan a por mí, pero la batería de mi móvil murió hace hora y media. Creo que lo mejor será acercarme a las luces que veo a lo lejos y buscar alguna calle conocida, para poder llegar a casa. Finalmente decido que esa es la mejor opción, volver a casa y tirarme en la cama.

No es tan fácil cuando perfectamente quedan dos horas andando para llegar. La primera hora fue un completo show, estaba andando por uno de los laterales de la carretera cuando un grupo de borrachos pasaron por mi lado a toda prisa y se pararon en seco frente a mí. En total eran cuatro y no sé en qué estarían pensando cuando se bajaron del coche y vinieron a pegarme. El primero se llevó tal puñetazo en la boca que creo que incluso se hizo pis en sus pantalones, el segundo fue a darme una patada y de la fuerza que intentó ejercer se cayó solo de espaldas y se golpeó en la cabeza. Los otros dos ni siquiera intentaron golpearme, cogieron a sus amigos y los metieron en el coche, marchándose de allí como un cohete de rápido.

La segunda hora fue aún más heavy, un grupo de perros salió a toda prisa de una casa grande de campo y vinieron directos a morderme, juro por Dios que jamás había corrido tan rápido como esa vez, creo que salieron chispas de mis zapatos y todo. Me pasé como unos diez minutos corriendo sin parar, y menos mal que estoy entrenado para estas cosas por qué si no, no sé qué hubiese sido de mí. Bueno, hubiera sido devorado por unos perros hambrientos.

Llegué a casa de Carlo (la que pillaba más cerca) deduzco que a las siete de la madrugada o así, ya estaba comenzando a amanecer cuando me monté en el ascensor para subir a la cuarta planta del edificio. Menos mal que tenía sus llaves porque si no hubiera tenido que andar quince minutos más hasta mi casa y creo que es entonces cuando habría muerto en el intento.

Iba sin un zapato, el pelo lleno de ramas por tener que meterme por un bosque con tres perros furiosos detrás, la chaqueta se la había quedado Bianca, cosa que agradezco porque si no la hubiese perdido y no era especialmente barata. La camiseta que llevaba puesta tenía una raja desde la costura de la axila hasta abajo del todo. Para colmo, los ojos me escocían por las horas de sueño atrasadas que tenía y los nudillos me dolían porque los tenía en rojo vivo. En resumen, iba hecho un asco. Me dispuse a meter la llave en la cerradura para entrar en casa de Carlo cuando oí una voz.

—¿Quién me está trasteando la puerta? Aviso que llevo una percha muy poderosa en la mano —dijo Carlo del otro lado de la puerta.

No me molesté en contestar y entré a oscuras a la casa, cerrando el portón detrás de mí. Me hubiera reído de cómo iba vestido Carlo de no ser porque no me quedaban fuerzas para nada. Llevaba puesto una camiseta rosa palo en la que ponía I'm a bitch en letras fucsia, unos calzoncillos blancos de señor mayor y unas pantuflas rosas de pelito.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora