Capítulo 16 ··· L

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Me sudaban las manos. Perdí la cuenta de las veces que me las había secado en la parte delantera del pantalón del traje.

—¿Puedes parar de hacer eso? —Preguntó Carlo a mi lado dándome un toque en la cabeza.

—No puedo, estoy demasiado nervioso —respondí sincero. Joder, lo estaba. Jamás he asistido a un evento así en mi vida. Aquí todo el mundo parece de punta en blanco, todos perfectos, famosos y muy conocidos. Pero en cambio, yo era un cero a la izquierda. No pintaba nada en un lugar como este, donde la gente se limpiaba los mocos con dinero.

Sí que es cierto que puedo perfectamente mantenerme yo mismo con el dinero que tengo, que no es mucho, pero lo suficiente para vivir sin problemas y con algún que otro capricho.

—¿Voy bien? —Le pregunto a Carlo, girándome justo en la entrada de la casa para mirarlo frente a frente mientras me ajustaba la corbata.

—Ya enserio, para —responde apartándome de un azote las manos de la corbata—. Aquí la gente va a su bola, todo el mundo pasa de todo el mundo.
Solo quieren destacar entre la multitud y competir por ver quién es más rico y por ver quién es más gilipollas.

Tomo aire un par de veces antes de llamar al timbre y me guardo las manos en los bolsillos. Carlo parece como si llevase haciendo esto toda la vida. Ah, es cierto, sí que lleva haciendo esto toda la vida.

Va con un traje negro mate, unos zapatos del mismo color y una corbata violeta pastel. Esto último supongo que será para ir a juego con Alessia, ya que ella iba a ponerse un vestido violeta pastel justo del mismo tono que la corbata de Carlo.

Me doy un último vistazo en el reflejo del ventanal que teníamos a mi derecha y a decir verdad no estaba mal lo que veía, aunque sí que en mi vida hubiese elegido un traje de estos colores y sobre todo una camisa blanca de puntos marrones. Pero la elegí porque a Bianca le encantó y quiero que me mire durante el evento, al igual que yo, no apartaré los ojos de ella en ningún momento.

La puerta se abrió y al entrar nos recibió una señora algo mayor, con cara de muy buena persona. Supe en ese momento que Carlo la conocía por el brillo en el que sus ojos se iluminaron al verla. Era importante para él.

—¡Hola Vittoria! —Se va para ella y la coge al vuelo, dándole vueltas—. Te he echado de menos.

Cuando Vittoria baja de los brazos de Carlo, tiene que esperar algunos segundo para recomponerse del mareo debido a las vueltas que él le había dado.

—Ay que ver que es verdad que los años no perdonan —dice mirándome a mí—. Una ya está mayor para que le den estos trotes.

—Qué dices, si a tu lado Kim Kardashian se queda en nada —dice Carlo riendo—. Si eres la viva imagen de la juventud.

—Ay Carlo como eres... —le hace un gesto con la mano y acto seguido gira la cabeza para mirarme a mí—. ¿No me presentas a tu chico muchacho?

—¿A mi chico? —Carlo me mira—. Es mi amigo Louis, ya lo has visto alguna que otra vez, le he dicho que podría venir al evento para conocer a gente nueva.

Dejé de prestar atención a la conversación y me centré en el interior de la casa. Era moderna, muy moderna, todo de color blanco y negro y con un salón principal tan grande como todo el recinto de la casa del campo que me heredó Anna. No puedo negar que mis ojos se fijaron en lo que a la casa respecta muy por encima. Solo podía fijarme en dónde estaba Bianca. Aunque tampoco sé si habrá llegado ya, supongo que sí.

—Encantada de conocerte oficialmente Louis, en otros momentos no hemos tenido tiempo de presentarnos en condiciones —dice Vittoria acercándose para darme dos besos, que acepto sin dudar—. Me encantan tus rizos, chico, que más quisiera yo ese pelo —añade riéndose y tocándose el pelo, ya canoso y bastante liso.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora