Capítulo 17 ··· B

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—¿Ha sido todo de vuestro agrado chicos? —Preguntó mi padre justo en mi espalda.

En ese momento retiro el pie de Louis como si este fuera un fuego abrasador que me estuviese achicharrando las manos, y otra cosa que no son las manos. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo se me ocurre? Soy una impertinente.

—Sí, todo ha estado de maravilla Giovanni —le piropea la pelirroja que está sentada a mi lado.

Louis en cambio está ahí, justo delante de mí, como si no hubiera pasado nada.

Continúa con su aura fría, sin ninguna expresión en su cara. Sus labios forman una línea recta, en señal de que nada de lo que está pasando justo delante de sus narices le importa en absoluto.

—Espero que os haya parecido una velada maravillosa —nos dice a todos, dándonos un vistazo de uno en uno. No puedo ver sus ojos desde mi ángulo, pero sé que estos se han posado en mi coronilla, ya que he notado que alguien me miraba fijamente.

—Así ha sido —asiente y sonríe Alessia—. Sobre todo el calamar, ha sido lo mejor.

—Muchas gracias Alessia, ahora vendrán los postres, espero que hayáis hecho un hueco.

Mierda, claro que no he hecho ningún hueco. Estoy tan llena que creo que en algún momento voy a explotar. Solo me falta la manzana en la boca para parecer el típico cochinillo relleno de las cenas navideñas. Pobre animal.

El vestido comienza a apretarme en la parte baja del abdomen, y esto al no ser un pantalón vaquero al cual le podría quitar el botón perfectamente, pues no me queda más remedio que aguantarme.

Delante de mí se encuentra Louis, ignorandonos a todos. Está con su móvil y por cómo se ilumina la pantalla en su cara (debido a la poca luz del recinto), deduzco que está jugando a algún juego, creo que al Candy Crush, por los colores y tal.

—¿Qué va a ser el postre? —Pregunta Carlo.

—Es sorpresa —le guiña un ojo—. Solo puedo decirte que lleva bastante chocolate.

A Carlo se le iluminan los ojos, ya que desde pequeño le encantaba el chocolate.

Por ejemplo, nuestro padre, cuando éramos pequeños, nos decía que si nos comíamos todo el plato del almuerzo, nos daría un regalo por ello. Normalmente ese regalo era galletas de chocolate, y Carlo siempre conseguía persuadirme para comerse mis galletas, ya que le fascinaban. Mi padre más de una vez lo había pillado con las manos cubiertas de chocolate ya que las metía en el bote de la crema de cacao y se la comía con las manos.

—Me encanta el chocolate —le responde mi hermano, enseñándole a Alessia cómo se relame los labios, intentando hacerla reír.

Ahora en serio, ¿cómo estos dos han comenzado a llevarse tan bien en tan poco tiempo? ¿Por qué son tan cercanos ahora? Ya lo descubriré.

Aunque quizá, esas mismas preguntas podría hacérmelas a mí misma, porque a ver, lo mismo me ha pasado con Louis.

Diría que lo que tenemos él y yo es solo una amistad, pero los amigos no hacen lo que nosotros hemos hecho unos minutos atrás debajo de estos manteles negros.

Podría decir que eso nunca ocurrió, pero lo empapada que estoy lo desmentiría de inmediato.

Esto último hace que piense en que lo mejor que puedo hacer es ir a mi habitación a por algún tanga para cambiarme, ya que voy a empezar a estar incómoda en un rato. Supongo que mi padre no habrá tirado a la basura toda la ropa que deje aquí, así que hago acopio de levantarme de la silla para ir a ello.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora