Capítulo 8 ··· L

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Porfa no te vayas ··· Beret, Morat

Me llevé la mano a la mejilla y la dejé posada ahí durante al menos dos minutos. Bianca me había dado un beso, y eso me hizo sentir maravilloso. A ver, era un beso en la mejilla, pero era un beso, que viniendo de Bianca un beso en la mejilla ya era mucho.

Estaba pasmado, mirando a la puerta por la que ella había entrado, no podía parar de reproducir esos dos segundos una y otra vez de forma efímera por mi mente. Espero sinceramente que no esté mirando por la mirilla, porque si es así está viendo la cara de imbécil que se me ha quedado.

Cuando por fin logré reaccionar, bajé los escalones del recibidor de Bianca y me monté en el coche. Una vez dentro miré la hora en la pantalla de mi móvil, eran las cuatro y diecisiete de la madrugada, hora en la que un día entre semana normal ya estaría durmiendo, preferiblemente durmiendo con Bianca.

Giré la llave del coche y me puse en marcha hacia el hospital. Que Alessia no piense que aunque ella no trabaje mañana no tiene que descansar. Yo me quedaré con Carlo, al fin y al cabo está ahí por mi culpa.

En unos diez minutos ya estaba en el hospital, montándome en el ascensor y subiendo a la primera planta. La habitación de Carlo era la 122 aunque la verdad es que siempre me perdía en ese hospital, era enorme.

Llamé a la puerta y nadie contestó. Me pasé llamando alrededor de cinco minutos y cuando me iba a rendir, Alessia salió por la puerta, desgreñada y con los ojos pegados.

—¿Quién está dando esos golpes? —Dijo con tono soñoliento.

—Emm soy yo —me di media vuelta—. He pensado que a lo mejor preferirías dormir en casa.

—Pues la verdad es que lo prefiero, la cama del hospital es muy pequeña para Carlo y yo —hace una pausa para crujirse el cuello—. Cojo el bolso y me voy, me llevo el coche de Carlo.

Le sonreí a modo de respuesta y pasé por su lado para entrar en la habitación. Carlo estaba durmiendo como un bebé, le caía la baba por la boca y tenía los ojos medio cerrados.

Este cabrón está loco, anda que intoxicarse queriendo con mayonesa para que Bianca no se acostara con el camarero y así salir ganando yo...

—¿Me pasas el bolso? —Dijo Alessia entrando por la puerta bebiendo agua de una botella sacada de la máquina del pasillo.

—Sí claro, toma —le lancé el bolso que estaba en el asiento de atrás.

—Mañana cuando se despierte —me señaló con el dedo a Carlo—, tiene que tomarse las dos pastillas que están en el bote azul de la mesilla para terminar de eliminar la toxina de la mayonesa del cuerpo.

—De acuerdo —respondí con un asentimiento de cabeza.

—El médico pasará a eso de las nueve a darle el alta, poneros una alarma para despertaros.

—Sí mamá, a sus órdenes —le hice el gesto del saludo militar.

Alessia me saca la lengua antes de cruzar la puerta de la habitación y se va. Me quité la chaqueta y la arrojé al asiento, el cual estaba reclinado y perfecto para tumbarse a dormir, lo necesito. Eso hice, me quité los zapatos y me tumbé. En menos de cinco minutos me quedé completamente dormido.

...

A la mañana siguiente, la luz de la habitación me cegó. Los brillantes ojos azules y las voluminosas pestañas de Carlo fueron lo primero que vi nada más despertarme.

—Vamos, son las nueve menos cinco, despierta.

Me dio unos toquecitos en el hombro para despertarme.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora