Capítulo 14 ··· L

16 4 0
                                    


—¡Veintitrés mil setecientos cincuenta euros! —Canturreó la señora que estaba al otro lado del mostrador.Lo hizo en el tono más irritante que he podido oír jamás. Su voz era más chillona que el sonido que emite un murciélago. 

Volví a agarrar a Bianca del brazo, del mismo modo en el que lo hice cuando el asistente le dijo ese mismo precio hace unos instantes. 

—Bianca, por favor. Me he arrepentido, no quiero que me compres el traje, seguro que hay muchos de segunda mano en internet —dije en tono suplicante. No quería por nada del mundo que se gastase ese pastizal en mí, principalmente porque ni era mi cumpleaños, ni mi santo ni nada por el estilo. Además, no me merecía que alguien gastase tanto dinero por mí. 

—Cállate, ya te he dicho que quiero regalártelo. Si a mi padre no le sobrara el dinero no me lo gastaría. Pero por suerte puedo permitírmelo, y además, tú pagaste la multa del depósito de mi coche y aún no te lo he podido recompensar —recriminó en voz baja, para que solo yo lograra enterarme. 

—Venga ya, no me compares una cosa con otra. 

—Cállate —sentenció y no tuve más remedio que asentir despacio y guardar silencio. 

A mi lado, Bianca pasaba la tarjeta por el datáfono, haciendo a su vez ese ruido que tanto odiaba, porque significaba que en su cuenta había habido un cargo de una cifra con algunos ceros, bueno en la cuenta de su padre. 

—Muchas gracias, tengan buen día —se despidió la señora del mostrador con vehemencia. Ya podía salir del mostrador y besarle los pies a Bianca la muy asquerosa, después de que se haya dejado tanto dinero en esta tienda en menos que canta un gallo. 

Bianca le respondió con una ligera sonrisa y acto seguido se dio la vuelta para captar mi atención. Yo le di mi aprobación con un gesto y seguimos caminando hacia donde estaban esperándonos Alessia y Carlo, justo en la salida de la tienda. 

—Me está empezando a poner demasiado cachondo esto de que me mandes a callar cuando te dé la gana —le susurré en el oído. 

—Supongo que podré atenerme a las consecuencias... 

En el momento en el que iba a volverme a acercar a ella para decirle otra guarrada, Carlo se interpuso en nuestro camino, interrumpiendo nuestra animada conversación. 

—Bueno —dijo Carlo con un suspiro—. ¿Y a dónde vamos ahora? 

—No sé si recuerdas que aún falta comprar mi vestido... —respondió Bianca. 

—Ah sí, es cierto. 

La verdad es que no me acordaba de que Bianca también tenía que comprarse la ropa para el evento. Me había metido tanto en el papel de rico pijo que me había olvidado completamente de ese pequeño detalle. Ahora era mi oportunidad. 

—Si queréis puedo ir yo con ella a acompañarla —le sugerí a Alessia y Carlo. 

—Pues... —Carlo miró a Alessia en busca de su aprobación—. Podemos ir a tomar una granizada o lo que te apetezca... —le sugirió a ella.Acto seguido, Alessia buscó con la mirada a Bianca, buscando alguna señal en su rostro que indicara que le permitía irse con su hermano y dejarla sola conmigo. 

—Puedes irte... —suspiró Bianca. 

—¡Gracias, gracias, gracias! Te amo, eres la mejor —Alessia se acercó a Bianca para darle un abrazo—. Me duelen los pies de estar tanto tiempo de aquí para allá. 

—Iros ya antes de que cambie de opinión —le advirtió Bianca. 

—¿De verdad que no te enfadas? 

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora