Capítulo 4 ··· L

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Sanuk Sabai Saduak ··· DELLAFUENTE

Esperaba oculto a que Bianca llegara sana y salva a su casa, solo quería asegurarme de que no le pasaba nada hasta que no entrara por el portón, ese portón azul celeste que tenía grabado a fuego en mi cabeza. No sé si es raro decir que estoy enamorado hasta la locura de Bianca desde que la vi por primera vez sentada en el sofá de la increíble casa del padre de Carlo, cuando ella apenas tenía diecisiete años. Desde ese día, la he visto en demasiadas ocasiones, aunque menos de las que me gustaría, solo era la hermana de mi mejor amigo.

La verdad es que yo no había hecho las cosas bien, mi vida nunca ha sido fácil; así que, ¿quién dice que acercarme a ella no complicaría más mi vida? Carlo sabía que estaba colado por su hermana, desde hace muchos años, pero nunca ha hecho nada para que ella y yo seamos más cercanos. Las veces que ella ha intentado acercarse a mí, he sido yo quien ha terminado apartándola, alejándola, alejándome. Sé que no soy buena persona, así que no conviene que ella y yo seamos cercanos, porque ella podría convertirse en una mala persona también.

Bianca había tomado la decisión correcta de llamar a un uber en lugar de venir hasta su casa andando. Pero por si acaso, siempre que salía de fiesta, tenía que asegurarme de que llegaba bien y que no le pasaba nada.

Desde lejos vi cómo se bajaba del coche y le pagaba al conductor desde la ventanilla del copiloto. Luego guardó el monedero en el bolso e intentó subir los escalones, con bastante dificultad, se nota que ha seguido bebiendo desde que me fui de la discoteca.

Cuando ella ya iba a entrar en su casa, me di media vuelta y me marché hacia mi coche, para irme de allí. Carlo piensa que me fui a casa, claro que no está al tanto de que llevo "acompañando" a su hermana a casa desde hace seis años. También tengo que decir que la primera vez que me aseguré de que llegaba bien a su casa, aún vivía con su padre. Recuerdo que fue un diecisiete de septiembre, cuando cumplió dieciocho años y su padre le dejó quedarse hasta el cierre de la discoteca, después de haber discutido con él durante una semana completa. Se pasó la noche besuqueando a un chico de su antigua clase de instituto, y luego ambos fueron a continuar la fiesta, ya sabéis... A casa de Giovanni. Metió al chico a la casa a hurtadillas, sin que su padre se enterase. Los acompañé hasta que llegaron sin que ellos lo supieran, por los celos que tenía y por saber si el chico con el que se fue era de fiar, por saber si era un buen chico. Que patético fui, él se la follaba y yo me aseguraba de que el chico que lo hiciera fuese de fiar.

Una vez dentro del coche, bajé todas las ventanillas y saqué el teléfono para avisar a Chiara, la chica con la que llevaba bastante tiempo quedando. Si con suerte estaba despierta o había salido de fiesta, igual la noche no acababa tan mal. Al ver que no respondía, decidí encender el coche e irme a casa, pero justo cuando giré la llave, un grito sacudió a todo el oscuro vecindario y a mi mente solo vino un pensamiento: el grito había sido de Bianca.

Me bajé del coche a toda velocidad, y dejándolo abierto y con el motor encendido salí corriendo hacia su casa. Me puse la capucha de la sudadera mientras corría como si no hubiera un mañana para ver qué era lo que le había hecho gritar. Cuando llegué a su posición lo primero que vi fue a un tío calvo encima de ella, forzándola. Me paré en seco y me quité la capucha de la cabeza, de repente el aire me faltaba y mi mundo se venía abajo. Un viento frío me sacudió la cara e hizo que reaccionara. Me volví a poner la capucha y seguí corriendo hasta llegar a ella. Cuando estaba ahí agarré al cabrón por los hombros y lo lancé hacia la acera de la calle con todas mis fuerzas, fuerzas que en mi vida había sabido que tenía. Luego le asesté un puñetazo en la cara y lo dejé medio inconsciente, para acto seguido levantarlo por el cuello de su camisa y estampar su espalda contra la pared más cercana que encontré. No hice caso de Bianca, ahora lo único que buscaba era venganza, quería asegurarme que ese desgraciado no volvería a ponerle las manos encima a nadie, y mucho menos a Bianca.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora