Capítulo 25 ··· B

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—¿Habéis cogido las mochilas del coche con las toallas y la merienda? —preguntó Carlo cuando terminamos de comer en el restaurante que habíamos reservado.

—Mierda, se me ha olvidado —dijo Alessia dándose media vuelta para volver al coche y coger la suya.

—Lo sabía. —Le reprendió Carlo.

—Es solo un momento coño, dame las llaves.

Íbamos a pasar todo el día en la playa del pueblo, y ahora habíamos aparcado el coche en unos aparcamientos, para luego bajar por una especie de escalera hasta llegar a la cala.

Viniendo hacia aquí había visto fotos del pueblo, y vi que en la playa hay como una especie de puerto en el que hay algunos barcos y un puesto de pedalos. Como estaba haciendo el vídeo recopilatorio del viaje, quería alquilar una barquita a pedales para grabar un trozo de vídeo que enfocara a todo el pueblo y a sus casas de distintos colores desde dentro del mar.

Las escaleras para llegar a la playa eran bastante largas, ellos iban un poco más adelantados que nosotros porque querían pillar un buen sitio de playa, y Louis y yo íbamos más atrás, a nuestro ritmo.

Él llevaba el pelo mojado, y le caían gotas de agua por la cara, dejándole la camiseta mojada. Había metido la cabeza en una fuente que encontró por el pueblo, justo antes de que nos sentáramos en la terraza del restaurante para comer. Fue un poco vergonzoso la verdad, pero según él era eso o morir de un golpe de calor.

Ninguno de los dos habíamos sacado el tema de lo que pasó esta mañana en el coche, mientras él conducía; así como tampoco habíamos mencionado lo que casi pasa en su habitación cuando llegamos a la casa. Agradecí que tampoco quisiera hablar de ello, ya sea por no incomodarme a mí, o por no incomodarse él.

No sé lo que se me pasó por la cabeza cuando se me ocurrió hacer ambas cosas, supongo que la adrenalina del momento hace que hagamos cosas de las que luego nos podremos arrepentir. O tal vez no.

Y no mentía cuando le dije que lo que pasase en este viaje se quedaría en este viaje, estaba dispuesta a hacer lo que llevo años callando, estoy dispuesta a cumplir todas y cada una de las fantasías que se me pasan por la cabeza cada vez que lo veo, y según lo que él me respondió; parece ser que él también estaba dispuesto a hacer todo lo que se nos apeteciera, sin que nadie nos lo impidiera, y mucho menos sin que ninguno de los dos se arrepienta justo antes de hacer lo que quisiéramos.

Esto último es bastante raro, ya que lleva muchos años evitando cualquier tipo de interacción entre él y yo... no sé qué especie de botón se habrá configurado en su cabeza para cambiar de opinión de forma tan repentina.

—El último que llegue a tocar el agua de la orilla paga la cena —dijo Louis sacándome de mis pensamientos. No me dio tiempo a reaccionar cuando él ya había saltado un tramo de los escalones. Para él era muy fácil bajarlos deprisa porque tenía las piernas muy largas.

Como respuesta yo también salí corriendo a toda prisa, pasando por al lado de mi hermano y los demás.

Él ya había llegado a la arena cuando aún me quedaban unos quince escalones para llegar.

Cuando llegué a la arena, una señora mayor se me atravesó con una cestita, casi la mato en el intento, ya que la atropellé sin darme cuenta. No me quedó más remedio que pararme a pedir disculpas y asegurarme de que estaba bien. Menos mal que iba agarrada de una chica y pudo sujetarla antes de que se cayera, porque de no ser así habría llegado a España sin pisar el agua.

—¡Lo siento de verdad! —Me disculpé con la señora. Pero la chica que iba con ella me estaba mirando con cara de asesina.

Carlo, Pietro y Alessia llegaron adonde estaba yo con la señora, y cuando nos aseguramos de que estaba sana y salva pudimos volver a andar hacia la orilla, lugar donde estaba Louis, mirando hacia nosotros haciendo como si su mano fuera la visera de una gorra.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora