Capítulo 15 ··· B

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—¿Es esta la casa? —Preguntó el señor que conducía el uber que habíamos pedido Alessia y yo para llegar a la casa de mi padre, lugar donde se celebraba el famoso evento.

—Sí, puede dejarnos aquí ya —respondí. La casa que se encontraba delante de nuestros ojos era la misma casa en la que me había criado, donde había pasado toda mi infancia.

No tengo muchos recuerdos especiales con mi padre ya que Carlo y yo siempre hemos estado en manos de niñeros, criadas y asistentes. Es decir, prácticamente nuestro padre no nos había criado, ya que siempre estaba de aquí para allá, y casi nunca estaba en casa. Él era más de comprar nuestro cariño a base de regalos. ¿Es ridículo si digo que mi padre es millonario y solo hemos hecho un viaje en familia a otro país?

A pesar de todo, él nunca se ha portado mal con nosotros, aunque no haya pasado gran parte de su tiempo junto a mi hermano y yo. No ha sido un mal padre, pero sí que al menos por mi parte ha faltado un poco más de interés en lo que conlleva a nuestra crianza. Creo que incluso jamás nos ha dado un biberón.

La casa que teníamos delante es grande, muy grande. En la entrada hay una cancela de color negro mate, la típica cancela que se abre automáticamente y que es lo suficientemente alta como para que no entre nadie a intentar robar, ya que si lo intentaran las cientos de alarmas y cámaras de seguridad que hay por todas las esquinas impedirían que los ladrones se llevasen cualquier cosa.

Mediante caminábamos por el camino de piedras que daba a la casa, la música clásica comenzaba a escucharse cada vez más alta, típico de mi padre.

Una cosa que sí puedo puntualizar de la casa es que los colores han cambiado. Antes la fachada era color canela y color roble, todo con tonos marrones y de aspecto rústico. En cambio, ahora los tonos que predominan en lo que respecta a la decoración exterior es el negro y el blanco, y algunos detalles en plata.

A nuestra izquierda se encontraba un enorme césped, en el que recuerdo jugar al fútbol con Carlo, en el cual me cai de bocas corriendo y me partí el labio y en el que recuerdo que casi me ahogo en la piscina cubierta que se encuentra en él de no ser porque Vittoria, la sirvienta a la que más aprecio le tengo, me salvó.

A mi lado Alessia me agarró de la mano para intentar relajarme, ya que supongo que habrá notado lo tensa que me estoy poniendo mientras andamos por este sendero.

—Relájate, es solo un evento más —dijo mirándome con una sonrisa—. Solo tienes que hacer el papel de pija por un rato y se acabó. Es decir, solo tienes que ser tú misma pero vestida de princesa —bromeó. Debido a esta última mención a mi vestido agacho la cabeza y lo miro. Es precioso.

Luego me agarro con firmeza a su mano y la miro de vuelta. Sonrío en respuesta y trago saliva antes de hablar.

—No puedo evitar estarlo —vuelvo a mirar hacia delante—. ¿Tienes la menor idea de las personas famosas que están ahí dentro en estos momentos?

—Bueno, recuerdo que algunos años cuando veníamos pues había algún que otro cantante y tal, pero no es para tanto —dice mirando hacia delante también.

Las Cuatro Estaciones de Vivaldi acuna todo el lugar una vez que estamos justo delante del enorme portón, el cual ahora es negro. Agarro la mano de Alessia con más firmeza y toco el timbre.

—Es solo un evento más —me digo a mí misma—. Un rato y estaremos en casa de nuevo.

¿Consideraba a esta mi casa? La respuesta es no. Mencionando a casa me refiero a mi casa, esa con una decoración rosa palo y a la que considero mi zona de confort.

Cuando llevamos más de lo que deberíamos en la entrada esperando a que alguien nos abriera me dirijo a volver a tocar el timbre, pero justo cuando voy a hacerlo la puerta se abre en nuestra narices. Pongo mi mejor cara y me preparo para el abucheo de personas que están dentro, hablando y cerrando negocios.

Un Giro en 90 GradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora