CAPÍTULO 11

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Esa noche, Louis durmió poco

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Esa noche, Louis durmió poco. Se quedó despierto, pensando en las almas, en Harry y en todos los otros barqueros que debían existir, en el destino al cual se dirigían. Supuso que su cuerpo estaba acostumbrándose a no necesitar dormir, pero lo cierto es que tenía tantos pensamientos dando vueltas en su cabeza que, de todos modos, no habría podido conciliar el sueño.

Suspiró y cambió de posición en el sillón gastado y lleno de bultos en el que se había acurrucado.

-Estás despierto.

La voz baja de Harry le llegó desde la izquierda en la penumbra.

-Sí ―murmuró Louis-. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.

Hubo un largo silencio.

-¿Quieres hablar de ello?

Louis se dio la vuelta para mirar a Harry. Estaba sentado en una silla, mirando fijamente por la ventana, pero cuando sintió la mirada del ojiazul se dio la vuelta.

-Podría hacerte bien-sugirió.

Louis se mordisqueó el labio inferior, pensativo. No quería lamentarse por su mala suerte cuando la de el rizado era tanto peor.

Pero tenía un millón de preguntas zumbándole en la cabeza, y Harry podría responder al menos algunas. Él de ojos verdes le sonrió como para alentarlo.

-Estaba pensando en lo que hay más allá del páramo -dijo Louis.

-Ah. -El entendimiento asomó en el rostro de Harry—Con eso no puedo ayudarte mucho.

-Lo sé-respondió Louis en voz baja.

Intentó disimular su frustración, pero era un tema que le preocupaba cada vez más. ¿A dónde iba? Después de ver a los demonios que acechaban en la oscuridad para arrastrarlo hacia abajo, dudaba de que su destino fuera malo. Tenía que ser un buen lugar; si no, ¿por qué querrían impedir que llegara allí? Además, tenía que ser algún lugar. Si el olvido se prolongara al llegar a destino, ¿qué sentido tendría cruzar el páramo?

-¿Eso es todo lo que te preocupa?

Difícilmente. Louis rio por lo bajo. Pero la risa no duró mucho. Bajó la mirada hacia el suelo de piedra, antiguo y agrietado, donde se movían las sombras que proyectaba el fuego. Se estremecían y danzaban de un modo que le resultaba de una familiaridad escalofriante.

-Esos demonios -dijo.

-No debes preocuparte por ellos- le aseguró Harry. No dejaré que te hagan daño.

Habló con total seguridad, y al levantar la vista, Louis vio que tenía los ojos muy abiertos y una mirada amenazadora, y la mandíbula apretada. Le creyó.

-Está bien-respondió.

Volvieron a quedarse en silencio, pero ahora que lo había roto, Louis se sintió incómodo en la quietud. Además, los pensamientos seguían bullendo en su cabeza.

"EL BARQUERO DE ALMAS" (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora