CAPÍTULO 18 (El lago)

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—Pero qué agradable es esto —comentó Louis con sarcasmo, para romper el silencio y, con un poco de suerte, lograr que Harry hiciera algo

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—Pero qué agradable es esto —comentó Louis con sarcasmo, para romper el silencio y, con un poco de suerte, lograr que Harry hiciera algo. 

—Si. 

Harry suspiró, contemplando el lago. 

Tal vez una pregunta directa daría mejor resultado, pensó el ojiazul. 

—Harry, ¿cómo vamos a llegar al otro lado? 

—Remando —respondió simplemente. 

Extendió la mano bajo el asiento de Louis, con lo cual él movió las piernas rápidamente a un lado, y sacó dos remos maltrechos. Esta vez el castaño estaba seguro: no estaban allí cuando él había subido al bote. Harry enganchó un remo en cada uno de los escálamos en los laterales de la canoa —¿de dónde diablos habían salido? — y los bajó hacia las olas oscuras. Se sumergieron y Harry empezó a remar lentamente, primero con un solo remo hasta girar la embarcación, y luego con más potencia y ambos brazos. Se había quitado el jersey antes de subir al bote, y la camiseta que tenía puesta revelaba su físico impactante. Maniobraba en la canoa con seguridad, las manos cerradas en torno a los remos, aferrándolos con firmeza. Sin esfuerzo, fue avanzando por el agua. 

Louis observó el modo en que los músculos de Harry se contraían y se estiraban al remar, y el movimiento le tensaba el fino algodón de la camiseta contra el pecho. Sintió calor en las mejillas y una extraña necesidad de moverse que le dificultaba estarse quieto. Tragó en seco, y al levantar la vista, vio que él lo observaba, mortificado porque lo había descubierto devorándolo con los ojos, bajó la mirada hacia los remos, que iban cortando la superficie ondulada del lago. 

Mientras contemplaba el continuo movimiento circular del remo, Louis tuvo un pensamiento espantoso. 

—No esperarás que nos turnemos, ¿verdad? 

Harry lanzó una risotada. 

—No, quisiera llegar antes del fin de los tiempos, si no te importa. 

Louis alzó las cejas, pero como la respuesta era la que él quería, no discutió y siguió observando el paisaje. La colina que acababan de descender parecía ser el centro de una serie de cimas que rodeaban la mitad del lago como una herradura. Formaban una curva hacia adentro que brindaba cierta protección contra las inclemencias del tiempo. Quizá por eso el agua estaba tan en calma y sus ondulaciones apenas mecían la canoa diminuta. Sin embargo, en la dirección hacia donde se dirigían, no había nada. Era como si se acabara el mundo. Resultaba muy desconcertante. 

Aunque Harry remaba con bastante lentitud, la fuerza de sus movimientos estaba trasladándolos rápidamente por el lago, y Louis apenas alcanzaba a ver la orilla desde la que habían partido. La otra orilla tampoco se veía aún, y por un momento sintió temor ¿Y si el botecito maltrecho empezaba a hacer aguas? el ojiazul no estaba seguro de poder llegar a la costa; no nadaba muy bien. Su madre lo había obligado a tomar clases de natación cuando era pequeño, pero en cuanto había tenido edad suficiente para tomar conciencia de que tenía un cuerpo, se había negado rotundamente a seguir. No era que se avergonzara de su escasa habilidad, sino que lo humillaba caminar desde el vestuario —unisex, nada menos—hasta la piscina con tres cuartas partes del cuerpo desnudo. 

"EL BARQUERO DE ALMAS" (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora