CAPÍTULO 10

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Esa noche pararon en otra cabaña, otra casa segura que había en su ruta a través del páramo

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Esa noche pararon en otra cabaña, otra casa segura que había en su ruta a través del páramo. La tarde había pasado rápidamente, mientras caminaban a una velocidad que hizo suponer a Louis que Harry intentaba recuperar el tiempo perdido durante la discusión.

Llegaron a la casa justo antes de que el sol desapareciera en el horizonte. Durante los últimos ochocientos metros, a Louis le pareció oír aullidos a lo lejos, aunque era difícil estar seguro por el viento.

Sin embargo, Harry había vuelto a apretar el paso y lo había tomado de la mano para apresurarlo, lo cual confirmó sus sospechas de que el peligro acechaba.

En cuanto estuvieron dentro de la casa, el rizado se tranquilizó de inmediato. Los músculos de su mandíbula, que estaban apretados por la preocupación, se relajaron lentamente en una sonrisa, y sus cejas se aflojaron, con lo que desaparecieron los pliegues que tenía en la frente.

Esa casa se parecía mucho a las otras en las que había parado las dos noches anteriores: una sola habitación grande con muebles rotos. Había dos ventanas a cada lado de la puerta principal. Tenían varios paneles pequeños de cristal, y en cada ventana había algunos paneles rotos por donde el viento entraba silbando ruidosamente.

Harry recogió algunos trozos de tela que había al lado de la cama y se puso a cubrir los agujeros, mientras Louis se acercaba a una silla y se dejaba caer en ella, agotado por el esfuerzo del día. Aunque, si no necesitaba dormir, ¿debería realmente estar cansado? Qué importa, pensó. Le dolían los músculos, o al menos se sentía como si así fuera. Mientras intentaba apartar de su mente esos pensamientos confusos, observó trabajar a Harry.

Una vez terminó con las ventanas, Harry se dispuso a encender el hogar. Tardó mucho más que la noche anterior, ocupado en la disposición de los leños y cortando ramitas para formar una pirámide perfecta. Ni siquiera se apartó del hogar una vez que el fuego estuvo encendido y crepitando alegremente; se quedó allí, con la mirada fija en las llamas, como hipnotizado. Louis empezó a convencerse de que estaba evitándolo, algo que era casi imposible en una habitación tan pequeña. Decidió hacer el intento de apelar al humor para sacarlo de su ensimismamiento.

-Si soy yo quien crea este lugar, ¿por qué todas estas casas son tan feas? ¿Acaso mi imaginación no podría haber creado un sitio un poco mejor? ¿Algo que tuviera un jacuzzi, o una tele?

Harry se volvió y le dirigió una sonrisa leve, forzada. Louis hizo una mueca; no sabía qué hacer para cambiarle ese estado de ánimo tan negro. Lo observó ponerse de pie con agilidad, cruzar la habitación y sentarse pesadamente del otro lado de la mesa pequeña en la que él había apoyado los codos. Harry imitó su postura y quedaron frente a frente, separados por apenas medio metro. Se miraron un momento. La boca de Harry se torció hacia un lado al advertir la ligera incomodidad en los ojos de el ojiazul, y con cierto esfuerzo le ofreció una sonrisa genuina. Ese gesto alentó a Louis.

-Mira-dijo el castaño-, acerca de lo que ha pasado antes…

-No te preocupes -lo interrumpió abruptamente.

"EL BARQUERO DE ALMAS" (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora