Se sentó a esperar en la ladera de la colina.
Un día más, un trabajo más. Frente a él, las vías oxidadas se perdían en las profundidades de la entrada del túnel. En aquel día nublado y gris, la luz apenas llegaba más allá del arco de piedra. No apartaba los ojos de la entrada. Estaba expectante pero apático, a fuerza de costumbre.
No sentía entusiasmo ni interés alguno. Hacía ya tiempo que había perdido la curiosidad. Ahora lo único que le importaba era cumplir con su tarea. No había vida en sus ojos fríos e indiferentes.
Se levantó viento y lo envolvió una rafaga helada, pero no sintió frío. Estaba concentrado, atento.
Sería en cualquier momento.
🛶
Las primeras gotas de lluvia se anunciaron con un golpeteo irregular en el techo de chapa del andén de la estación. Louis suspiró y hundió más el rostro en su gruesa chaqueta de invierno, intentando calentarse la nariz helada. Sentía que se le entumecían los pies, y dio varios pisotones con las botas en el suelo de cemento agrietado para hacer circular sangre. Observó con aire taciturno las vías negras y mojadas, donde había envoltorios de papas fritas, latas de refresco oxidadas y restos de paraguas rotos. El tren llevaba quince minutos de retraso, y el , con su ansiedad, había llegado diez minutos antes.
No podía hacer otra cosa más que esperar, observar, y sentir como su cuerpo perdía poco a poco su calor.
Mientras la lluvia empezaba a arreciar, el desconocido que estaba junto a Louis intentó en vano seguir leyendo su periodico gratuito, absorto en un artículo sobre una serie de asesinatos en el West End de Londres. El techo no brindaba mucho amparo, y sobre el periodico caían gotitas que estallaban y se expandian, y la tinta se iba corriendo, formando borrones. El hombre rezongó de modo audible, plegó el periodico y lo guardó bajo el brazo. Miro alrededor en busca de una nueva distracción, y Louis apartó la mirada de inmediato. No quería tener que entablar una conversación por cortesía.
No había sido un buen día. Por razones que solo su despertador conocía, la alarma no había sonado, y a partir de eso todo había salido mal.
–¡Arriba! ¡Levántate! Vas a llegar tarde. ¿Otra vez te quedaste hasta tarde con ese ordenador? si no eres capaz de organizarte, empezaré a tener un papel mucho más activo en tu vida, ¡y no te va a gustar!
La voz de su madre había irrumpido en un sueño en el que había un desconocido muy apuesto. Era una voz aguda que podía cortar el cristal, de modo que el subconsciente de Louis oponia poca resistencia. Su madre siguió quejándose mientras regresaba por el largo pasillo del apartamento, pero Louis ya no le prestaba atención. Intentaba recordar, aferrarse a algunos detalles para poder evocarlo más tarde. Una caminata tranquila…una mano tibia que tomaba la suya…el aire olía a follaje y a tierra húmeda. Louis sonrió al sentir aquella calidez en su pecho, pero el frío de la mañana disolvió la imagen antes de que llegara a grabar en su mente el rostro del desconocido. Suspiro, se obligó a abrir los ojos y se desperezó, disfrutando de la tibieza de su grueso edredón; luego, con ojos entornados miró a la izquierda hacia su despertador.
Cielos.
Iba a llegar muy tarde. Se levantó a toda prisa y busco suficiente ropa limpia para crear un uniforme escolar, se cepillo el cabello castaño y sus dientes.
No podía salir sin ducharse, pero ese día había tenido que conformarse. Se puso el pantalon negro, la camisa blanca y la corbata verde que conformaba su uniforme.
Tampoco era nada deseable salir sin desayunar, pero no encontró nada que pudiera comer mientras corría.
–¿Ya has hecho el equipaje?
Louis se dio la vuelta y vio a su madre, Joan, en la puerta de la cocina. Ya tenia puesto su uniforme para el agotador turno de doce horas en el hospital.
–No. Lo haré después de la escuela. El tren sale a las cinco y media, tengo tiempo de sobra.
–Qué desorganizado eres– empezó Joan–. Deberías haber hecho eso anoche, en lugar de quedarte perdiendo tiempo en internet…
–¡Está bien! – la interrumpió Louis–. Me las arreglaré.
Joan parecía tener más cosas que decir, pero se limitó a menear la cabeza y alejarse. Louis escuchó sus pasos en el corredor. Era fácil adivinar la causa del mal humor de su madre. Ella no aprobaba en absoluto que Louis se fuera a pasar el fin de semana con su padre, el hombre a quien alguna vez Joan se había unido, a quien había prometido amar y respetar hasta que la muerte o, en este caso, la vida los separara.
Luego de volver caminando bajo una fuerte lluvia que no solo inundaba las calles, sino también su ropa. Louis llegó a su calle. Subió la escalera hasta el segundo piso y sacó sus llaves para entrar al apartamento.
Lo primero que hizo fue quitarse la camisa mojada. La dejó en el baño, en el sesto de la ropa para lavar; luego fue a su cuarto y se dirigió al ropero. Se quedó allí, examinando su ropa con detenimiento. ¿Qué atuendo era apropiado para conocer a su padre?. Tenía que causarle una buena primera impresión. Al final se puso una camiseta azul desteñida que tenía en la parte delantera el nombre de su banda favorita, y encima, un jersey gris con capucha. Se quitó el pantalón del instituto y lo reemplazó por unos jeans cómodos. Completo el atuendo con unas vans viejas.
Se examinó de cuerpo entero en el espejo que estaba en la habitación de su madre. Tendría que conformarse con eso. Luego tomó una mochila vieja del armario y la puso sobre su cama. Guardo otros jeans y un par de camisetas, algo de ropa interior y tambien sus zapatos negros. Guardó su teléfono, su reproductor de MP3 en el bolsillo delantero.
Si se apresuraba, quizá podría tomar el tren anterior y darle una sorpresa a su padre. Con esa idea, bajó la escalera y salió a la calle. Había un café de camino a la estación de ferrocarril; tal vez podría entrar un momento y comer una hamburguesa para resistir hasta la cena. Louis apretó el paso, ya se le hacía agua la boca al pensar en comer; pero al pasar frente a las altas puertas de metal del parque, algo lo hizo detenerse en seco. Observó por entre los barrotes las extensión verde, sin saber muy bien que estaba mirando.
deja vu.
Entornó los ojos, intentando descubrir qué le había provocado esa sensación. Bajo las ramas de un roble, pudo entrever una cabeza de rizos chocolate despeinada. Por un segundo, Louis tuvo una visión de aquel mismo halo de cabello, en torno a un rostro sin facciones salvo por aquellos ojos de un asombroso verde esmeralda. El sueño.
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Bueno aca esta el primero, voy a tratar de actualizar seguido pero mejor no hago promesas.
Dato curioso del primer cap: La madre del personaje principal del libro original tambien se llama Joan.
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"EL BARQUERO DE ALMAS" (Larry Stylinson)
FanfictionLa vida y la muerte van de la mano. El amor y el sufrimiento también Louis se dará cuenta de esto cuando tenga que decidir entre sobrevivir o arriesgarlo todo por alguien que ya no tiene salvación... ¿o si? 《Adaptación Larry Stylinson》