Un vampiro, un hombre lobo y una atracción que crece tan rápido como la sombra de un asesino que desgarra a sus víctimas sin piedad.
¿Te atreves a dejarte llevar?
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➤ Trilogía: Uniones.
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| Killian Haraldsen |
No iba a mentir, Darian no parecía fuera de lugar al encontrarse rodeado de mis cosas. Es más, el vampiro se movía por mi habitación con una seguridad y comodidad que ni siquiera yo tenía, y decir ello era demasiado, teniendo en cuenta dónde se encontraba. Tal vez él realmente creía que lo peligroso resultaba excitante, mientras que por mi parte, todo lo que podía pensar era en qué hacer para evitar que le cortasen el cuello si alguien nos descubre.
La parte razonable de mi cabeza me decía que lo mandara a la mierda. Las otras estaban en medio de una crisis gigantesca.
—¿Puedes ya dejar eso? —pregunté desde mi cómoda posición entre mis almohadas, mientras él hurgaba entre las cosas que tenía exhibida en una repisa frente a la cama.
Desnudo, por completo. Dándome la verdadera imagen del pecado hecho carne. Ahora, pensándolo mejor, podía deambular todo lo que quisiera mientras no interrumpiera mis vistas.
El vampiro se dio la vuelta y yo tuve que tomar demasiado control para mantener mis ojos sobre la línea de su pelvis. Y dioses, deberían darme un premio a la contención del año, porque mis pensamientos estaban muy lejos de ser santos. Darian se veía como una de aquellas estatuas griegas, cinceladas y duras, suaves de alguna extraña forma y con una sensualidad que jamás podría ser humana. Claro que, con un regalo mucho más grande que aquellas interpretaciones de dioses y hombres.
Y podría solo verlo por horas, como se mira al cielo que se anhela o como un niño a su dulce favorito. Aunque, como el segundo, cediendo al puro deseo de tomarlo con las manos sin importar qué consecuencias traiga.
