Capítulo 27

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No quiero que te pase nada

Estaba sentada en clase de pociones. El profesor Snape nos había mandado a hacer la poción que se nos había asignado en el anterior trabajo.

Yo estaba cortando ingredientes y pasándoselos a Ronald para que los metiese en el caldero.

Nev, delante de nosotros, estaba teniendo bastantes problemas para hacer la poción con su compañera. No les salía ni queriendo.

—Vamos, Nev— le animé—. Lo harás genial, créeme.

—Que Merlín te escuche— a los dos se les explotó la poción en la cara. Suerte que aún les quedaba tiempo para poder terminarla.

Observé la receta que habíamos redactado mi compañero pelirrojo y yo. Se suponía que solo quedaba remover y echar no sé qué líquido.

—Vale, sigue removiendo— le ordené al pelirrojo, agarrando el líquido que debía echar—. Voy a echar esto poco a poco. No pares.

—Tus deseos son órdenes— y, como le ordené, Ronald no dejó de remover.

Empecé con una gotita. Nada había explotado, estaba bien.

Por ahora.

Eché otra, seguía sin explotar. Eché una tercera y última y la poción soltó un corazón rosa de humo, que se evaporó en el aire.

Ambos nos quedamos quietos observando nuestra poción. Subimos la mirada al otro a la vez y sonreímos.

Yo pegué un saltito de alegría y los dos chocamos los cinco.

—¡Somos los mejores!— afirmé, alegremente.

—¡El mejor equipo del universo!— me siguió el juego él.

Ahora tocaba vertir parte de la poción en un frasquito para entregárselo al profesor. Ronald me pasó un cucharón y empecé a rellenar el frasquito.

Un fuerte olor inundó mi nariz.

—Oh, Merlín. Cómo huele esto— dijo Ronald. Estaba pensando lo mismo que yo.

Llené el frasco y lo tapé con un tapón. Ronald le puso un etiqueta, que rezaba:

Amortentia. Ron Weasley y Victoria Lupin.

—Te ha dado por ponerte primero, eh— le rodé los ojos.

—El mejor delante— sonrió él.

—No— negué con la cabeza—. Es "el burro delante para que no se espante". Eres un burro.

—No soy ningún burro. Sin mí, no hubieses terminado la receta nunca— él se cruzó de brazos.

Le saqué la lengua y me reí de él.

El olor era demasiado intenso. No podía oler otra cosa. Era como si hubiese inundado la sala de la poción.

Olía genial. Era un olor sencillamente maravilloso.

Olía a cera de escoba, seguramente por mi obsesión con el quidditch.

A vinilo polvoriento, que huele mejor de lo que parece, creedme.

Y, por último, a canela. No sabía por qué me olía a canela. Sin embargo, ese era el olor más agradable de todos. Era el que más me atraía. Era, sencillamente, perfecto.

Fruncí el ceño. ¿De dónde salía ese último olor? No lo entendía.

—¿A qué te huele la amortentia?— me preguntó el pelirrojo, para sacar conversación.

Estúpido Weasley.   [RON WEASLEY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora